¿Por qué Depay sólo usa el nombre Memphis en su camiseta del Barcelona?

Querido padre,

Seré breve:  Nunca te perdonaré…

Emociones más, palabras menos, Memphis —a secas— se dirigiría así a su progenitor, si es que en alguna ocasión tuviera que escribirle.

En dos décadas no requirió de ello. A veces, para el rencor no hay fecha de caducidad. Los sentimientos, positivos o negativos, a diferencia de los enlatados, carecen de una expiración con día, hora y segundo.

Como si fuera una pelota, eso lo domina el nuevo delantero del Barcelona, quien confesó que omite el apellido Depay en su camiseta a causa de un resentimiento que germinó desde los cuatro años.

La ruptura es irremediable. Él ha intentado establecer contacto conmigo, pero no tengo relación con él ni su familia". 

"No quiero explicar qué pasó exactamente en casa porque no quiero dar pena a la gente. Y así seguirá siendo porque ya pasé la página”, respondió en una entrevista con la BBC cuando le preguntaron acerca del tema.

El Depay padre, de origen ghanés, partió y los abandonó a él y la madre, Cora Schensema, precisamente sin una carta o despedida de por medio.

A esa edad, Memphis debió asimilarse a la idea de eliminar la palabra “padre” de su vocabulario, pese a que el resto de los niños se encargaran de recordársela. Aprendió a dejar de deletrear y pronunciar las dos sílabas. 

El significado, ese sí no lo olvidó. El cariño y la figura de autoridad se las transfirió a su abuelo materno. Ese que, a sus 15, también lo desamparó, pero no por voluntad propia, sino una ajena: la muerte.

“Ese hombre me dio mucha fortaleza y cuidó muy bien de mí. A él siempre lo guardaré en mi corazón”, afirmó. Quizás por eso se lo tatuó en la zona más cercana que pudo: el brazo izquierdo.  

A su procreador, en cambio, no. Tres veces son las que lo negó. Tanto en el PSV, club donde debutó, como en la Selección holandesa, luego en el Manchester United y ahora en el Barcelona, su nombre de pila es el que aparece en la espalda. Simplemente Memphis, no Memphis Depay.

Si existen personas que gustan que se les llame por un nombre, si es que poseen dos, apodo o diminutivo, el atacante es de esos que sólo se da vuelta cuando le gritan “Memphis”; por “Depay” jamás girará el cuello.

“Son circunstancias de la vida. No es parte del futbol, es algo diferente. Tengo una vida además del deporte”, señaló.

Transformando el dolor en motivación, Memphis rechazó parte de su pasado. Tampoco se trepó a más ramas del árbol genealógico para volverlo una cuestión ancestral. Se negó a hacerse llamar Depay, sí, pero su problema era exclusivamente personal.

En cuanto pisó las canchas profesionales, su primer pedido a la marca deportiva que vestía al equipo consistió en suprimir ese apellido. No quería rastro alguno de él en sus logros… ni derrotas.

Luego de su paso por tres clubes, el Bombardero fichó con el Barcelona y cumplió uno más de esos "mantras" de tinta que lleva en su musculatura: “perseguidor de sueños”, reza el que luce en el pecho.

“Cuando lo miro en el espejo me estimulo porque es un aviso de que todavía no lo he cumplido (el sueño) al 100%, pero hacía allá me encamino”, garantizó.

Únicamente Memphis —y nadie más— sabrá si el término “odio” cabe en su diccionario cada vez que oye Depay en la televisión, lo lee en las crónicas de los diarios o lo escucha en los altoparlantes del estadio cuando se prepara para ingresar.

Ahí va Memphis a Camp Nou, tratando de ignorar la mitad de su historia y disecar tres litros de los seis de sangre del cuerpo humano.

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