La primera experiencia internacional del Diablo Rojo con Juan Carlos Osorio no fue para nada positiva y continuó el mal camino de los equipos colombianos en las copas internacionales, esta vez, quedando al margen de la Sudamericana.
Con la ilusión de remontar el 0-1 en contra que cedió en Pereira, América llegó al Arena da Baixada, pero muy temprano en el partido se encontró con un local superior en todas las líneas y decidido a liquidar la serie. Y América, de cierto modo, fue cómplice. O por lo menos le “facilitó” el trabajo.
Osorio volvió a la línea de tres defensores centrales que se convirtió en cinco en fase defensiva y el resultado fue el mimo visto en Atlético Nacional. Desorden, debilidad y mucha falta de trabajo, pues con menos de 20 sesiones de trabajo, era complejo integrar tantos conceptos a un comportamiento que requiere un trabajo prolijo para ser exitoso. El resultado no fue otro que ver al Paranaense volcado desde el primer hasta el último minuto, incluso en el 3-1 parcial.
Ganaron de recorrido, de cancha, de camiseta. La misma que tienen Osorio y Ramos, tal vez algunos jugadores más, pero que hoy brilló por su ausencia en una etapa definitiva. Tanto como pesó la ausencia de Santiago Moreno, una ficha clave en el ataque, pues se extrañó su gambeta, encare y velocidad. Paranaense se lució ante un equipo al que le faltan horas de vuelo internacionales. Muchas horas.
El entrenador se podría amparar en la ausencia de los refuerzos que no alcanzaron a ser inscritos ante Conmebol, pero ante la evidente superioridad brasileña, da para pensar que con Segura o Mosquera la historia pudiese haber sido diferente. Que la derrota sirva para la reflexión y autocrítica de la cabeza visible del proyecto, uno de los puntos más flojos de su anterior campaña en el verde antioqueño, porque la Sudamericana hoy volvió a darle un baño de realidad a un fútbol colombiano que hace años se diluye en la escena internacional.
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