Si ganar crea poder, ese poder debe generar también alguna responsabilidad. Es un equilibrio para un bienestar colectivo. Johnny Herrera, pocos minutos después de producirse la balacera que se vivió este martes en el Centro Deportivo Azul, culpó a hinchas de Colo Colo, afirmando que fueron ellos los que dispararon. El portero, curioso o no, habló así antes que los directivos de Azul Azul, antes que las víctimas, antes que los policías, antes que los encargados de la investigación, antes que un juez, antes de las acusaciones/hipótesis de la prensa y antes, también, de que se termine de asimilar el triste episodio. ¿Cuál fue el sentido de Herrera? Él, quizá sólo él, puede responder. ¿Cuáles fueron las consecuencias? Generar más confusiones, provocar más violencia y seguir calentando los hechos en vez de utilizar paños fríos para una mejor resolución del caso.
Paredes advirtió a Herrera: “Él tiene que medir sus comentarios”
El futbolista moderno tiene en el fútbol de este siglo una fuerza incalculable. Cualquiera de sus dichos se reproduce rápidamente por el mundo real y el mundo virtual, formando opiniones y una hoja de ruta para próximas discusiones. ¿Qué se debe hacer con ese poder? ¿Cómo sacar provecho? No hay una respuesta concreta porque los casos tampoco son idénticos. Sí, en cambio, ya se sabe que esa potestad no se debe utilizar como lo hizo el capitán de la U.
Quedará, con suerte, una moraleja luego de los disparos que hirieron a tres personas y tras el circo mediático posterior: los futbolistas de elite, además de entrenar su físico y su técnica, deben recibir otra preparación complementaria.
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