Ruben Uría Blog

No todo el mundo puede ser Gabi

Los despachos del Metropolitano echan humo, el vaso de la paciencia de Simeone está a rebosar y el Atleti, inspirado en el ejemplo de su gran capitán, Gabi, sigue sacando los partidos adelante. Que el equipo no está bien es un hecho. Que sigue inmerso en una inexplicable plaga de lesiones y que tiene 34 puntos y sigue perfectamente colocado para la disputa del campeonato, es otro. “A veces me siento infeliz en el Atlético”, confesó Thomas nada más acabar el partido en el que el Atleti sufrió lo indecible para quebrantar al Espanyol. Es el penúltimo lamento público de un vestuario que ya no duda a la hora de reclamarle a la planta noble que necesita estar mejor valorada. Amén del grave problema del límite salarial, ya que el club no puede ni debe pagar más de lo estipulado, son muchos y diferentes los pequeños incendios que están sucediéndose en el vestuario rojiblanco. Primero fue Oblak. O mejor dicho, el agente del esloveno, que no hay verano que no le subaste e invierno que no le llene de pájaros la cabeza, quizá porque si logra que lo traspasen, cobrará una buena suma. Luego fue el tema de Diego Costa, fruto de un calentón pasajero que provocó un terremoto en el vestuario y un buen sofoco en los despachos. Luego se sucedió el de Filipe Luis, con una oferta sobre la mesa del PSG, que no fue atendida por el Atleti y que obligó al club a decirle que o venía alguien con toda la cláusula o seguiría siendo rojiblanco. Más tarde explotó la “bomba” informativa publicada por Marca, en la que se explicaba la intención del Bayern de pagar la cláusula de Lucas Hernández a partir del día 1 de enero. Y ahora sale a la palestra Thomas, que precisamente ahora está jugando muchos minutos, para decir que “a veces se siente infeliz”. Todo esto, con medio equipo lesionado y el otro, compitiendo hasta el límite, sacando fuerzas de flaqueza de donde casi no las había.

Habrá quien se rasgue las vestiduras y sin embargo, si algo ha enseñado Simeone a lo largo de estos ocho años en el Atlético de Madrid que él se encargó de prestigiar y refundar a base de esfuerzo, sudor y camiseta, es que el Atleti no es un club que dependa de egos, de caprichos y declaraciones altisonantes. En este Atleti no caben. Quien quiere jugar para este equipo, lo hace. Y quien no es feliz en él, tiene todo el agradecimiento del club y además, las puertas abiertas. Si fulano o mengano se quieren mudar a pastos más verdes, a ganar más dinero, están en su derecho. Adiós y gracias. Sin dramas. Los jugadores van y vienen, como los entrenadores, pero siempre queda la gente. Sin ella, no hay Atleti, porque el Atleti es, sobre todas las cosas, su gente. Y la del Atleti no tiene cláusula de rescisión. Y pone el sentimiento por delante el negocio, haciendo auténticos esfuerzos por sacarse al abono religiosamente y por dar aliento a esa camiseta. No hay un solo atlético de bien que dude un solo instante de la capacidad de Simeone. Su obra habla por sí sola. Y sus números le defienden. Es el pastor de todos los atléticos y con él, nada les falta. Tampoco existen dudas sobre la capacidad de esta generación irrepetible de jugadores, de futbolistas únicos por su dedicación, superación y sobre todo, compromiso. Ningún reproche hacia ninguno. Todos han peleado y pelean como los mejores, como reza el himno del club, y han honrado y siguen honrando esa camiseta. Todos.

Ahora bien, los jugadores que ahora mismo están pensando qué puede hacer el club por ellos y no qué pueden hacer ellos por el club, se están equivocando gravemente. Este equipo nunca se ha movido por egos, sino por ejemplos. El Atleti nunca ha sido el imperio del “qué hay de lo mío”. Y si alguna vez lo fue, debe dejar de serlo. Anoche, en el césped del Metropolitano, se despidió un mito, una leyenda, un capitán y una referencia. Gabriel Fernández Arenas, Gabi. No era el más virtuoso, ni el más rápido, ni el más elegante, ni el más fino, pero siempre tuvo algo claro: nunca se preguntó qué podía hacer el club por él, sino qué podía hacer él por el Atleti. Por eso quizá no ganó el sueldo que se merecía, pero hay cosas que no se pagan con dinero, porque no tienen precio. Entre otras, el cariño de la gente del Atleti. Y el Atleti, digan lo que digan, es su gente. Quien no quiera estar en el Atleti, quien no se sienta feliz, quien crea que está mal pagado o quien crea que estará mejor en otro sitio, que de un paso al frente, que lo diga y que haga las maletas. Habrá gratitud eterna, comprensión y afecto. Adiós y gracias. Y el Atleti, que es su gente, seguirá. Como siempre repite mi pizpireta María José Navarro, "no todo el mundo puede ser Gabi". Tampoco se exige. Lo que si se pide es sinceridad. Si alguien no es feliz en el Atleti, adelante. Adiós y gracias por todo. La vida sigue. Y el Atleti, que es su gente, también.

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