River Palestino Copa Libertadores 13032019Marcelo Endelli/Getty Images

La noche en que River se sintió visitante en el Monumental

El fútbol está lleno de frases “caseteras”, esas que los futbolistas suelen utilizar para sacarse de encima una pregunta. Y una de las preguntas que más se repite tiene que ver con el apoyo del público : que “jugar en nuestra cancha nos da un plus extra” , que “se sintió el apoyo de la gente” o que “los hinchas también jugaron su partido” . Todas son frases hechas. Todas ellas, también, sumamente coherentes y aplicables después de ver un partido a puertas cerradas.

Y es que en el cruce entre River y Palestino la gente -mejor dicho, la falta de la gente- jugó un papel fundamental. Claro, es difícil analizar algo que no pasó , pero también es cierto que, difícilmente, el resultado hubiera sido el mismo si el Monumental hubiera podido abrir sus puertas al público. ¿O acaso alguien puede creer que es lo mismo ser visitante en Núñez con 66 mil hinchas gritándote ante cada pelota dividida?

¿Es lo mismo para un juez de 29 años que dirige por primera vez a River sacarle una amarilla a Pinola a segundos de comenzado el encuentro con público local que en una cancha completamente vacía?

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¿Es lo mismo para Enzo Pérez tirarse a recuperar una pelota y recibir la ovación de una multitud a escuchar los gritos de sus compañeros y rivales reclamándole todo (porque los jugadores pidieron todo durante todo el partido) al árbitro? No, claro que no es lo mismo.

Así como tampoco hubiera sido lo mismo para Nacho Fernández escuchar el murmullo de la gente después de desperdiciar la chance clarísima que tuvo frente al arco en el primer tiempo   y las otras dos que tuvo en el partido -aunque no hayan sido tan claras-. Nada, ninguna acción de juego, hubiera sido igual si River podía jugar con sus hinchas. A favor o en contra, claro.

¿Cómo hubiera sido la cosa para el joven juez Alexis Herrera después del penal no cobrado tras la falta a Matías Suárez  con el Monumental en llamas? Posiblemente, la hostilidad le hubiera pesado. O, al menos, lo hubiera puesto nervioso. "Se te está yendo el partido de las manos" , le gritó Franco Armani, buscando ejercer algo de presión en un juez que tuvo un error grande pero que, hasta entonces, no había tenido una mala noche. Presión que, en un partido normal, ejerce el contexto. ¿Está bien que sea así? Es otra discusión.

Y es que, aunque parezca una frase hecha, los gritos juegan, los reclamos pesan y el aliento se siente. Para un lado o para el otro. Y River lo sintió .

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