Jorge Sampaoli estaba en la práctica de Sevilla cuando alguien le avisó que la vida le había regalado una flor. A comienzos de la década del noventa, cuando el Newell's de Marcelo Bielsa aparecía para enamorar a muchos, en Casilda, él asumió que ese era el camino. Se ocupó de conseguir, en casette, las conferencias de prensa del leproso y comenzó a ir a correr con un walkman donde digería en cada paso las reflexiones del Loco. Se enamoró de su estilo y lo llevó por el continente. Aún así, jamás en su vida se juntó con él. Por eso, semejante latido del corazón cuando supo lo que Bielsa había dicho de él, en una conferencia en Brasil.
Lo primero que dijo cuando alguien le contó lo que había pasado fue: "Esto es mucho". Tardó un rato en hacer la ecuación que muchos llevaron a cabo: públicamente, los dichos de Bielsa eran un espaldarazo enorme, sobre todo después de las críticas de Carlos Bilardo, empacado en que Sampaoli no llegue a la Selección. Lo asumió rápido: este mensaje era más importante que un llamado del presidente o del Indio Solari. Incluso, una historia que, en él y en la sociedad, impactan más que si hablara Diego Maradona. Apenas Lionel Messi podría dar un elogio que se sintiera más que éste.
Porque Bielsa fue el primer dios de Sampaoli. En el medio, apareció Gabriel Milito por el predio Pinto Durán de Chile y le dio la chance de conocer a Pep Guardiola, con quien armó una amistad de plena consulta futbolística. Conocer al catalán le cambió la cabeza en el instante en que comenzaron a hablar sobre el valor de la planificación. Guardiola es más flexible que Bielsa y eso le cambió algunos pareceres. Pero la admiración por el Loco no la cambió.
Lo particular de esta historia es el traslado de elogios. Porque hace unos meses Guardiola se encargó de decir que Bielsa era el mejor entrenador del mundo. Y ahora Bielsa sale con esta historia de que Sampaoli es mejor que él. Algo que, al menos, le ha explotado el corazón al técnico de Sevilla, que llegará a Argentina.
