Pasó el tren por Cali y se fue con el Escarlata entre sus pasajeros. Ese tiquete a la final, que parece casi sentenciado a favor del vecino en el Cuadrangular A, también se enrutó para los rojos y si bien aún depende de lo que hagan Tolima y Millonarios para ver si se puede endosar a su nombre, dio un paso importante en su aspiración.
Parecía que la ‘venganza’ por la caída sufrida en Barranca se iba a concretar con prontitud, gracias al tempranero gol de Sierra, pero se terminó confirmando todo lo visto durante el semestre en el equipo de Juan Carlos Osorio. Ataque vertiginoso por todas las vías -con mínimo de éxito hasta la jugada final-, exposición absoluta en defensa bien aprovechada por los petroleros y desesperación para llegar al arco rival. Todo valía, pero no todo sirvió cuando el caos fue el dominador. El milagro llegó y el Pascual explotó en una algarabía fundamentada en la fe.
El empate era jugar para Tolima y Millonarios, por eso en el Pascual Guerrero el daño era colateral, aunque con mayores repercusiones para los Escarlatas por la exigencia y obligación propia del grande que siempre tiene que estar peleando final y título. Otro golpe anímico fundamental para Osorio y su continuidad. Otra vida más.
Alianza que estuvo cerca de volver a ser la bestia negra, como en aquel ascenso de unos años atrás, aguantó, atacó, se resguardó y contra atacó cuando el América se vino encima sin mayores argumentos. Cumplía valientemente su misión, pero falló en la última, resignó sus posibilidades y dejo vivo a un rival peligrosísimo para todos en el grupo.
