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River Palmeiras Semifinal Ida Copa Libertadores 2020AFP

Una noche en la que todo lo que podía salir mal, salió mal

El ciclo de Marcelo Gallardo como entrenador de River lleva seis años y medio, más de 300 partidos, seis Copa Libertadores en las cuales en cinco quedó entre los mejores cuatro. Y difícilmente en todo este tiempo se haya visto un equipo como el de la noche ante Palmeiras, especialmente en una instancia tan decisiva como una semifinal.

Si no fuera por la camiseta blanca con la banda roja cruzada, nadie podría pensar que es el Millonario. Pero en este equipo también hay humanidad e imperfecciones. Aunque nadie podía imaginar que aparecerían todas juntas y que el Verdao las podría explotar de forma tan efectiva.

Parte del "todo lo que podía salir mal, salió mal" incluyen la primera jugada del encuentro, en la que Carrascal entró solo y Weverton tapó el tiro con alguna parte de su cuerpo. Pero los "y si hubiera entrado" no existen en el fútbol y del otro lado no hubo perdón: un centro que parecía controlado por Armani terminó en un poco ortodoxo despeje con el pie que le quedó a Rony, quien disparó y un desvío en De La Cruz terminó por hacer estéril el vuelo del 1. Porque está claro que, para ganarle a River, también se necesita una cuota de suerte.

Un empate no hubiera sido descabellado antes del final de la primera mitad. Porque el local continuó con su ataque paciente, encontró espacios por las bandas y solo erró a la hora de definir. Y el 2-0, al minuto del segundo tiempo, fue un golpe que lo mandó a la lona. Una vez más, Rojas no supo utilizar su cuerpo ante el delantero de espaldas, no le "rompió el tobillo" como le pidió el DT en La Bombonera y Luiz Adriano corrió 40 metros hasta quedar frente a Armani y tocarla suave. 

Al partido de River le faltaba su minuto fatal: la inexplicable e irresponsable roja de Carrascal por un golpe similar a los de Campuzano en el Superclásico, la pésima cobertura en la pelota parada y el cabezazo en soledad de Viñas para el lapidario 3-0. De ahí en más, la imagen más descontrolada que se recuerde, con jugadores nerviosos dispuestos a pelear porque sí, pases sin destino, avances sin ideas y retrocesos defectuosos que pudieron provocar una derrota catastrófica. Y esas jugadas en las que Palmeiras no pudo convertir, si en una semana hay lugar para el milagro, se lamentarán por mucho tiempo. 

Imposible considerar si fue demasiado arriesgado jugar con titulares 72 horas antes contra Boca, si el Superclásico dejó una merma física y/o psicológica o si simplemente se juntó una noche pésima con un rival que supo sacarle provecho. Y lo único que impide señalar que ha quedado eliminado de la Copa Libertadores es la capacidad de reencontrarse con el River de siempre en el Allianz Parque y completar la épica más importante de los últimos tiempos.

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