MbappeGetty Images

'Tranquilo'

La vida es eso que pasa mientras la telebasura repite que el Madrid ha fichado a Mbappé. Tras cinco años de brasa, la historia interminable llegó a su fin. Mbappé, que se ha pasado cinco años fichando por el equipo en el que había nacido para jugar, no formará parte de la historia que hiciste y la historia por hacer. Humo que vendiste, humo por vender. En París le ofrecían dinero, mucho dinero y después, más dinero. A un lado del sainete, la fábrica de humo: Mbappé era madridista, soñaba jugar en el Bernabéu y cada noche se despertaba empapado en sudor, pensando cómo es posible ser feliz en esta vida sin jugar en el Madrid. Al otro lado, la realidad: el PSG, que tiene el dinero por castigo, ha convencido, con toda la fuerza de un estado y los políticos de otro, a un jugador parisino, francés, orgullo de su país, de que el dinero no da la felicidad, pero provoca una sensación muy parecida. 'Tranquilo'.

Escándalo: Mbappé jugará donde más le pagan. Intolerable: Kylian ha utilizado al mejor club de la historia como si fuera un profiláctico de usar y tirar. Expectativa: Floren lo había vuelto a hacer. Realidad: Mbappé les tiene bailando. Dato mata relato: Florentino se ha topado con un club que no presume de lista Forbes porque se puede comprar Forbes. Ni el Madrid necesita a Mbappé, ni debió entrar en su juego, ni dejará de ganar títulos. La verdad es que el Madrid es más grande que Mbappé y que, en esta historia, le han tratado como un equipo pequeño. Y la verdad es que, si Dios es madridista, Mbappé es ateo. ‘Tranquilo’.

Al fondo aparece otra religión, la de la audiencia de lo que queda del periodismo deportivo de este país. Mbappé es el mayor ridículo periodístico del lustro. De una profesión que ha dopado emocionalmente a una afición que quiso creer, durante cinco años, que lo que les estaban contando era cierto. El fichaje que nunca lo fue ha sido el santo grial sobre el que el oficio se ha entregado a la causa para fabricar un sinfín de portadas dedicadas a contar un fichaje que estaba ‘hecho’ y nunca lo estuvo. Portadas que mejoran al arder. Vómitos para los que no hay ‘Primperan’ que valga, ni estómago que lo resista. 'Tranquilo'.

Sin vergüenza ni recato, con un afán colaboracionista desmedido, nos han contado, a diario y sin freno, el árbol genealógico del clan Mbappé, con su madre, su padre, su hermano, sus abogados y su prima ‘la coja’; nos han desgranado lo que desayuna, come, cena y lo que depone; nos han revelado lo que dice, piensa o siente; nos han escudriñado cada gesto, cada tuit, cada foto y cada postureo; nos han vendido tres mil veces que estaba hecho y cómo sería su presentación; nos han contado qué dorsal llevaría, cuántas camisetas vendería y nos han repetido, por activa y por pasiva, que la palabra del chico era fuerte como un roble. Ayer presumían poniendo emoticonos infantiles de tortugas en las redes. Hoy, el único emoticono que asoma por las redes es el de un soriente trozo marrón con ojos. 'Tranquilo'.

Entre el rosario de portadas patéticas, tertulias catetas y opiniones-felaciones de una legión de periodistas que, completado su rídículo, aún sacan pechito, merece capítulo aparte el ‘Gollum’ de la telebasura, consumido en su ciénaga moral, por su Mbappé, ‘su tesoro’. Entre editoriales de cartón piedra y homilías impostadas, lo suyo ha sido un homenaje a Estopa. Dirá que no dijo lo que dijo y que son sus colegas los que le llevan por la mala vida, pero es que él es la oveja negra y él solito se lía. Fichado. Acordado. Cerrado. Hecho. Inminente. Exclusiva. Líderes. Tic-tac. Vente. Una manera tonta de pasar, con pena y sin gloria... pero ya a nadie le importa cómo acabará su historia. 'Tranquilo’.

Rubén Uría

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