Si caigo, combato y me levanto. Esa manera de vivir, esculpida en los corazones atléticos, se hizo carne en las praderas de Anfield, donde los poetas guerreros de Klopp no pudieron talar el árbol de Simeone. Cuando le tocó ser yunque, el Atleti sacó su manual de supervivencia, Jan Oblak. Y cuando le tocó ser martillo, en el alargue, el Atleti sacó su manual de épica, abanderado por Marcos Llorente y Álvaro Morata. Moraleja: menos pasado y más presente, menos pedigrís y más respeto, menos agravios y más hechos. Superviviente en el asedio, como en la noche épica de Múnich, el Atleti exploró los límites de su resiliencia en Liverpool, resistió el bombardeo de Klopp y cuando le daban por enterrado, sacó otra vez el pie de la tumba y acabó poniendo la bota en la garganta del campeón de Europa.
Sí, amigos. El Atleti, al que la Santa Inquisición mediática de nuestro país le había acusado de cometer el intolerable crimen de celebrar haber ganado en la ida, logró ganar también en la vuelta del vigente campeón de Europa y del mundo, el mismo que arrasó a su paso en la Premier League. El Atleti, al que los medios de (in) comunicación le habían faltado al respeto gratis, cerró la noche como debía. A lo grande. Festejando, que es gerundio. Sin pedir perdón por hacerlo, porque no debe. Y con una sonrisa de oreja a oreja en el rostro y un pensamiento en voz alta, en claro homenaje a la famosa tonadillera: “Dientes, dientes, que es lo que les jode...”
Simeone, que no vive para contentar oídos, ni pretende ganar concursos de estética, ha vuelto a cerrar la boca de los que siempre la abren de más. Lo ha hecho sacando petróleo del barro y oro en mitad de la chatarra. Nadie daba un duro por su equipo, pero estudió la eliminatoria, escondió sus defectos y potenció sus virtudes. Compitió, molestó, estorbó y cuando lo tuvo a tiro en el alargue, mató. ¿Pudo haber perdido? Naturalmente. Pero el tema no es el resultado, ni pasar. Es haber hecho retorcerse de dolor a un equipo al que nadie había siquiera tosido y que, según los que más saben de todo esto, iba a hacer papilla al Atleti, que era poco menos que el Puerta Bonita -con todos los respetos, por supuesto- , en manos de un equipazo que se comía los niños crudos.
Motivador incansable, guerrillero indomable y estratega reconocible, el Cholo volvió a usar el ataque personal como gasolina extra para esculpir en piedra, una vez más, lo que es el Atleti: hacer posible lo que todos te dicen que es imposible. Cholo odia perder más de lo que le gusta ganar, compite hasta a las canicas, con una cerilla prende un incendio en el desierto y con un tenedor de plástico monta su Vietnam particular. En Anfield, el mejor equipo del mundo se estremeció ante un terremoto 7.5 en la escala del cholismo, Y ante una lección de vida esculpida en el corazón. Caer, combatir y levantarse. Eso es la vida. Y eso, señores, eso es el Atleti.
Rubén Uría




