Ruben Uría Blog

Rubén Uría: Cambiar todo para que nada cambie

Ruben Uría Blog

Durante casi dos décadas, el periodismo deportivo de este país, construyó sus programas futbolísticos en base a la polémica. A falta de conocimiento sobre el juego y de un debate sobre el mismo, se ideó un sistema por el cual se contribuía a forjar un clima de sospecha y conspiración perpetua, alimentada desde la famosa “moviola” en la que unos y otros pasaban las horas muertas discutiendo si una jugada era penalti, fuera de juego o tarjeta roja. El caldo de cultivo era sencillo: establecer un clima de guerra continua entre los clubes más poderosos y que más vendían, usando como coartada el nivel de los árbitros, que nunca han tenido quién les defendiera. Durante la última década, con el público un tanto hastiado de tanta “moviola”, tanto revisionismo arbitral y tanta gaita de consumo para mentes frágiles, el periodismo deportivo volvió sobre sus pasos, reflexionó y enarboló la bandera de la tecnología, argumentando que eso sería lo que ayudaría a los árbitros a mejorar, a equivocarse menos y a reducir el error humano. Eso sí, a la primera que han visto que los "grandes" no son inmunes al nuevo sistema y no son intocables, han vuelto a enseñar la patita. Ya no les gusta el invento.

Con la aparición del VAR, paradojas de la vida, los que lloraban reclamando la tecnología en el fútbol, eran los mismos que se llenaban la boca de decir que el invento perjudica el espíritu del juego, que el deporte no tiene que ser justo y que reducir el índice de errores “mata” lo que ellos llaman la salsa del fútbol, la polémica. Cuanto más artificial, mejor. Los que aplaudían el uso del VAR en el Mundial, porque les importaba un bledo una consulta, un acierto o un error en un Inglaterra-Túnez, son los mismos que ahora claman contra el VAR si perjudica a un club grande en España, alimentando la teoría del escándalo y el ruido insoportable. Pueden convivir con el VAR en un Mundial que ni les va ni les viene, pero reaccionan echando espumarajos por la boca si les tocan al equipo que sustenta su negocio. Por ahí no pasan. No importa si antes se han cometido presuntos errores, humanos o de aplicación del sistema, contra Huesca, Getafe, Betis o Alavés. Entonces no hay ruido, ni debate, ni escándalo, ni jarana, ni Villarato cutre que valga. Pero cuando la china le toca al que nunca le suele tocar, los inquisidores, fieles como el siervo al amo, salen de la cueva antorchas en mano.

Conclusión: los que aplaudían el VAR ahora reniegan de él y piden volver a lo de antes.  No importa que el VAR haya sido un avance tecnológico sensacional para el futuro del fútbol, ni que se dijera por pasiva que no es infalible, porque ningún método lo es, ni tampoco que se dijese, por tierra, mar y aire, que el VAR no acabaría con la polémica, sino que haría el fútbol más justo. Les da igual ocho que ochenta que ochocientos cincuenta, tiran por la calle de en medio. Prefieren el método de toda la vida, el que conocen al dedillo: montar un escándalo si te perjudican, mirar para otro lado cuando te dan. Cambiar todo para que nada cambie. Quieren cargarse el VAR y se han embarcado en una campaña ridícula. No es el VAR, no son los árbitros. Es el periodismo deportivo. Es que nos toquen a nuestro Madrid. A nuestro Barça. Que toquen a mi Atleti. Y es el forofo que todos llevamos dentro. Ese hincha que responde a un código de ética variable que cambia cada cinco minutos y que, después de descubrir el fuego, está tan feliz en su caverna que no quiere salir de ahí. Coge su antorcha, asesina la reputación de quien haga falta y aplican el difama bien y no mires a quién. Hasta batir el récord del mundo de cinismo, su hoja de ruta es clara: cambiar todo para que nada cambie.

Anuncios