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Ruben Uria BlogGoal

In memoriam: "Radomir, te quiero"

Su nombre fue el grito de guerra de una afición agradecida y entregada. Cada tarde, el cántico retumbaba y el movimiento colchonero se estremecía: "Radomir, te quiero". Querido, respetado y amado, Radomir, además de un hombre familiar y humilde, fue un tipo autoexigente y un convencido entusiasta del fútbol de ataque. Alumno aventajado del mítico Vujadin Boskov,  meritorio en  La Romareda, mártir en el Bernabéu, brazo ejecutor en el Tartiere, apagafuegos en Barcelona y leyenda en el Atleti, Antic siempre tuvo la valentía de explorar sus propios límites. Por eso fichó por el Atleti.  Pudo haber escogido un destino más plácido, pero quiso triunfar donde otros habían fracasado. Lo logró, con tanta humildad como grandeza. " Radomir, te quiero".

Experto en nadar contra corriente, especialista en voltear la adversidad, Rado llegó al Atleti para transformar la indiferencia del personal en aplauso abrumador. Tratado con desdén en la otra acera, una circunstancia que se convertiría en su fuego interior y su gasolina particular, Antic aterrizó en territorio Gil y Gil para calmar la ira de un presidente que echaba entrenadores al tiempo que los contrataba. Hubo quien profetizó que acabaría en el mausoleo particular gilista, como tantos y tantos otros, pero con duro con los problemas y blando con las personas, firmó una pretemporada notable, se comió el turrón como líder, ganó la Copa en Zaragoza y conquistó el doblete aquella tarde en la que Simeone y Kiko gritaron los goles de sus vidas. " Radomir, te quiero". 

Idolo del Manzanares, socio fundador del club de Milinko Pantic - le dijo a Gil que si hacía falta, él pondría dinero de su bolsillo para ficharle-, y científico exitoso del arte del balón parado, Antic logró que tipos que no parecían campeónes se creyeran campeones. Convirtió a Molina en un portero-líbero imponente, a Santi y Solozábal en mariscales que parecían Baresi con la línea adelantada; a López en goleador improvisado; a Geli y Toni en finos y precisos estiletes; a Vizcaíno en lugarteniente de todos; a Pantic en rey de la temporada; a Caminero en el mejor jugador de España; a Roberto en complemento de lujo; al líder Simeone en un cabeceador implacable; a Biagini en potro salvaje con espacios; a Kiko en el genio que realmente era; y a Penev, en el veterano que aún guardaba en el sótano un buen puñado de goles. " Radomir, te quiero".

Nunca cerró una puerta con el culo, conquistó corazones en todas las plazas y dejó un reguero de amigos en todos los vestuarios. Amado y respetado en Belgrado, Luton, Estambul, Zaragoza, Barcelona, Oviedo, Vigo y por supuesto, Madrid, Rado dejó su sello inconfundible dentro y fuera del campo. La última vez que nos vimos fue en un evento de DAZN. Entre cerveza y cerveza, volvimos a repetir improvisada charla sobre cómo jugaba su Atleti, sobre el fútbol de Iniesta, sobre la culebra que tenía en la cintura Caminero para dejar petrificado a Nadal, sobre aquella maldita eliminación ante el Ajax, sobre Vieri cuando ponía "la gamba dura" y sobre aquellas faltas donde Pantic pateaba meteoritos. Aquella como siempre lo hacía, con su marca de la casa: "Un bratzo". Su nombre siempre tendrá un lugar en la historia de nuestro fútbol. Y siempre será, así pasen cien años, el grito de guerra de una afición entregada y agradecida. "Radomir, te quiero". DEP.

Rubén Uría

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