Nadie puede dudar que, históricamente, el clásico de San Lorenzo es Huracán y el de Vélez es Ferro, aunque en este último caso, llevan décadas sin poder enfrentarse por la extensa estadía del Verde en el ascenso. Si bien es uno de los factores que influyen en esta rivalidad menos tradicional pero de altísima intensidad, hay varias cuestiones más que transforman al duelo entre el Ciclón y el Fortín en un clásico.
Lógicamente, ambos comparten el territorio de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires y si bien el conjunto Azulgrana es parte de los denominados "equipos grandes" incluso desde el amateurismo, los de la V azulada comenzaron a crecer a fines de los 60 con su primer título oficial.
Pero no fue hasta principios de la década del 80 que, en el peor momento sanlorencista, desplazados del Viejo Gasómetro y tras descender por única vez en su historia, la disputa comenzó a tomar notoriedad. En aquellos años, especialmente en la B, el Cuervo tuvo que hacer de local en el José Amalfitani y, con movilizaciones impactantes, los hinchas comenzaron a señalar que la gente del barrio, ya sea Liniers, Villa Luro, Versalles y alrededores, simpatizaba con ellos.
Pero en los 90 se dio otro hecho que los distanció aún más: en 1994, Vélez logró la Copa Libertadores que San Lorenzo nunca había podido conseguir y luego le agregó la Copa Intercontinental al vencer al Milan. Así, mientras la chicana de un lado pasaba por la historia y el número de hinchas, en el Fortín entonaron partido a partido el cántico "el que no salta no fue a Japón", que se mantiene pese a que el Cuervo conquistó el título continental en 2014.
Lógicamente, en el medio hubo grandes enfrentamientos, como el de Ruggeri y Chilavert en 1995, o campeonatos que disputaron mano a mano, como el Torneo Inicial 2013 que tuvo al Cuervo dando la vuelta olímpica en Liniers luego de empatar 0-0, cuando ambos tenían chances de campeonar, para mantener siempre encendida la llama de una rivalidad que ya es clásica.
