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Mbappe Vieira HaalandGetty Images

Opinión: "Once como Vieira, joder"

Firma Fran GuillénGoal

Recuerdo con claridad la primera vez que oí eso de que “en el fútbol hace falta físico”. Acababa de terminar el doloroso España-Francia del Mundial 2006 y un compañero de colegio mayor, después de varias cervezas melancólicas, acompañó esa sentencia con otra frase lapidaria: “Necesitamos once como Vieira, joder”. No sé si le traicionó el alcohol o si interpretó que Luis Aragonés encontraría también utilidad a un portero con zancada y despliegue en el centro del campo, pero su segunda afirmación quedó colgando y nadie quiso repreguntar, un poco por respetar el luto del momento.

En España, cuna de soldados, lazarillos y buscones (o sea de guerreros, pillos y pendencieros), al aficionado al fútbol le cuesta soltar ciertas etiquetas. Desde Belauste arrollando suecos hasta Clemente apelando a La Furia, durante una larga época toda nuestra relación con el juego pasaba por un filtro medieval: para ganar, había que ser vivos y echarle un par. Punto. Uno muchas veces no sabía si pretendíamos levantar copas o ganarlas en una justa.

Luego estuvo esa especie de complejo colonial mal llevado por el que alguno lamentaba, cinco siglos después, que los españoles tirásemos hacia la República Dominicana en vez de ir a explorar Mombasa. “Ahí los franceses fueron más listos”, sostenían los que ahora creerán que, con Adama Traoré pegando carreras de Jonah Lomu, la Selección es invencible.Porque, efectivamente, el tópico del músculo (contra el talento, en este caso) ha regresado.

Cuidando la pelota nos fue bastante mejor que con la testosterona, pero ni por esas hemos aprendido. “El tiki-taka ha pasado de moda porque los equipos extranjeros nos aplastan por físico“, dice quien debía pensar que en el mejor Barça no presionaban todos como lobos. O que la última actualización del City de Guardiola no tiene a violinistas como De Bruyne o Bernardo Silva devorando millas en cada partido.

Ni España ganó un Mundial y dos Eurocopas sólo haciendo rondos ni el Bayern y el PSG se lo deben hoy todo a ser una manada de guepardos. Es cierto que el fútbol evoluciona hacia un ritmo de vaivén caótico en el que ya no habría sitio para que ‘Mágico’ González saliese a pegar capotazos a los centrales mientras pide fuego. Pero eso no implica que haya que tirar el talento por la ventana. Aunque sólo sea porque una filigrana de primeras de Pedri vale tanto como la pisada de Haaland que más retumbe.

Fran Guillén

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