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Michael Robinson: Su carrera futbolística al completo

Jose David Lopez banner

El mes de abril de 2020, será para siempre uno de esos meses donde el mundo se debatía entre el caos generado por la pandemia del Covid-19, y la respuesta político-social que cada país encontró para sobrellevar la crisis de la mejor manera. No había certezas ante los millones de interrogaciones. Y, de repente, en el caos reinante, el 28 de abril, nada más iniciar el día, España se paralizó, aun más, ante el estupor de una noticia que golpea directamente el corazón, la esperanza a la que agarrarse cuando se merman las fuerzas y la fe en poder levantarse cuando todo parece decidido a derruirse. Hoy, nos ha dejado Michael Robinson.

Para la televisión, seguramente el icono más simpático, querido y disfrutado de los últimos treinta años, momento en el que las plataformas y modelos audiovisuales empezaban a cambiar drásticamente en España. Su acento, su estilo, su manera de comunicar y la peculiaridad de su cercanía sobre todo aquél que conociera, más o menos, jamás pasó desapercibida. Un enamorado de fútbol (que siempre intentaba meter alguna pildorita de rugby porque le encantaba) que se metió en el bolsillo a millones de españoles desde sus apariciones en los partidos más importantes de cada semana, ya fuera como comentarista de televisión primero, como intrépido presentador después y hasta de director de programas especializados que pasarán, desde ya, a la leyenda de la comunicación de este país.

Y todo, tras haber disfrutado de una carrera futbolística que, curiosamente, en España, muchísimos no conocen a fondo, sino que únicamente serían capaces de vincularlo al Liverpool y, desde luego, a Osasuna de Pamplona, que hoy llora su pérdida como rincón futbolero donde más brilló en la Liga. Sin embargo, la trayectoria de Michael Robinson va mucho más allá de sus dos principales ‘amores’, pues forma parte de pequeñas leyendas y grandes noches, que dieron forma a un personaje que entendió como pocos la forma y el fondo del que está hecho el fútbol.

Preston North End: La formación de un delantero inglés

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A pesar de ser Leicester su ciudad natal y de marcharse muy joven a Blackpool porque su familia gestionaba una pensión, Michael Robinson alcanzó su primer contrato como futbolista en el Preston North End, en 1974. Tenía apenas 16 años y aunque sólo había jugado al fútbol en las categorías muy inferiores del Coventry y en clubes infantiles de barrio en Blackpool, los Lilywhites, el mítico club que ganó el primer campeonato inglés de la historia, le dio la oportunidad de su vida en la 3ª División. Y es que aunque durante los dos primeros años apenas jugaba con los Reserves, al final de su tercera campaña se dejó ver en un buen número de partidos que le dieron convicción para seguir creciendo como referencia del equipo y que le otorgaron, con 18 años, su primer contrato profesional. Tanto, que Harry Catterick, el entrenador que lo hizo debutar, le dio el verdadero salto a la titularidad en su cuarto curso, con 19 años, y justo cuando el cub acababa de ascender a la 2ªDivisión. Ese año, 1978-79, Robinson marcó 13 goles en 36 partidos disputados y fue el hombre poderoso del área, sacando rédito a su buen juego de espaldas, siendo fuerte para generar segundas jugadas y mejorando en la definición final. Suficientes detalles para un trampolín hacia Manchester.

Manchester City: La élite citizen con el técnico más peculiar

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El verano de 1979, el Manchester City, un club alejado de la grandeza actual y que, diez años antes, había vivido su mejor momento histórico, decidió recuperar al técnico que había obrado el milagro del titulo del 68 y la FACup del 69: Malcolm Allison. Era un entrenador caracterial, polémico, de grandes titulares, que siempre llevaba un puro y un sombrero, y que había sido hasta fotografiado con estrellas del cine porno en el vestuario del equipo. Ese curso, con la necesidad de recuperar la grandeza con Allison de regreso, el City gastó lo que nunca en refuerzos. Contrató por grandes sumas (Steve Daley superó el record de traspaso de la época) y vendió a las estrellas del equipo (Asa Hartford, Gary Owen y Peter Barnes), pero en esa lista de movimientos, se coló Michael Robinson, que costó 750.000 libras, algo extravagante teniendo en cuenta que no era un delantero reputado, que jamás había jugado en el primer niel y que tenia apenas 21 años. Y aunque no fue siempre fijo, sus 8 goles en 30 partidos, no le quitaron luz, pero ante el caos de una campaña donde todo salió mal y Allison saldría por la puerta de atrás poco después, Robinson encontró un nuevo acomodo.

Brighton: El gran foco que catapultó su carrera

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Cuando eres un potente atacante, especializado en contacto físico, capacidad para dañar al rival en el juego aéreo e inteligente para buscar recursos en cualquier metro del barro que desprendían aquellos campos ingleses, lo mejor es poder jugar continuamente cada semana. Y tras un año de estreno en la élite con el Manchester City, su traspaso inmediato, un año después, al Brighton, fue clave en la carrera de Robinson.

37 goles en tres temporadas, siendo la primera magnífica con 19 tantos anotados justo cuando aprovechaba su mejor momento de forma física y el hambre del joven que marca diferencias, le abrieron las puertas a mayores metas. Las dos primeras campañas salvó al Brighton (sobre todo la primera, que quedó justo encima del último lugar para el descenso) y, en la última, todo se desmoronó. Colistas en Liga, el equipo lo dio todo para salvar el honor en la FACup de 1983 ante el Manchester United, que supuso un día fundamental para Robinson, pues tuvo enorme impacto. Fue la pesadilla para la defensa mancuniana, incapaz de frenarlo, para lograr un 2-2 tras prórroga, que llevaba a un Replay. No pudieron dar la sorpresa definitiva porque el United desarboló posteriormente con un 0-4 en Wembley, pero aquella versión y el descenso del Brighton, hicieron que Michael Robinson llamara la atención… en Anfield.

Liverpool: El momento de gloria que había soñado

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El verano de 1983 cambió para siempre su carrera. El Liverpool venía de la gloriosa etapa de Paisley pero cogía al equipo su mano derecha, un Joe Fagan que iba a convertir aquél curso en mítico dentro de la historia Red. Fagan pidió a Robinson para su esquema y pagó 250.000 libras al Brighton para poder pelear cada partido en la delantera por la titularidad con Kenny Dalglish y Ian Rush. Michael jugó muchísimos minutos ese curso, marcando 8 goles y siendo fundamental su juego aéreo, su posicionamiento en las cercanías de área y todo lo que generaba en torno a ella. Siendo el dorsal número 10 de los Reds, aportó en una temporada mítica donde el equipo fue Campeón de Liga (superando por tres puntos al Souhampton), Campeón de la Copa de la Liga (venciendo en la Final al rival vecinal, el Everton) y, sobre todo, volvió a reinar en el continente ganando la Copa de Europa mítica de 1984 ante la Roma en el olímpico de la ciudad italiana en una tanda de penaltis famosa por el fallo de Graziani ante los movimientos peculiares bajo palos del excéntrico Bruce Grobbelaar.

Aquél curso es imposible de superar desde entonces para los Reds, que no han vuelto a acercarse a la osadía de ganar tres títulos en una misma temporada desde entonces. Tras ese primer curso casi perfecto donde Robinson era el habitual jugador número 12 con mucho protagonismo, su perfil de delantero dejó de ser tan importante el segundo curso, por lo que tras jugar mu poco, decidió dejar Anfield en una decisión controvertida que él mismo asumió como errónea años después.

Queen’s Park Rangers: Un cambio que fue un paso atrás

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“Salí del Liverpool para fichar por el Queen’s Park Rangers, pero ahora me doy cuenta de que fui injusto con ese club porque lo estaba comparando siempre con el Liverpool”, dijo Robinson hace unos años.

La realidad, es que cuando su edad era la adecuada, tras sumar toda la experiencia posible y hasta tras haberse asegurado un buen recuerdo en forma de títulos potentes, ese intento por ser más protagonista, fue un paso atrás. Sus tres temporadas representaron un futbolista que había perdido su convicción y su fortaleza mental, que apenas jugó una 45 partidos en 1000 días y que sólo anotó 6 goles. Todos, aportando a un club que se conformaba con no descender. Eso sí, dejó un gol mítico desde más allá del medio campo contra el Chelsea en Stamford Bridge. “Por eso al final de mi tercera temporada allí hablé con el entrenador para pedir mi salida, porque quería jugar en el extranjero”, recordó.

Osasuna: Mucho más que futbol en suelo rojillo

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“De alguna manera, el fútbol me había robado mi formación. No había podido, por ejemplo, ir a la universidad. Evidentemente, yo quería jugar a fútbol, pero también tenía algunas inquietudes intelectuales y el fútbol podía compensarme jugando en otro país: vivir en el extranjero, conocer otro idioma, otras costumbres, otra cultura…. Era la peor de todas las ofertas que tenía, pero en ese momento no quería decidir en función del dinero, sino que quería jugar mis últimos años en un lugar en el que me sintiera apreciado”, apuntó Robin tras su retiro del fútbol sobre lo que le había aportado Osasuna. Por cierto, nunca ocultó su desconocimiento acerca del club por el que fichó en aquél entonces, pues asumió que "intenté buscar Osasuna en el mapa... pero no lo encontraba". Además, quedó perplejo con la fuerte identidad religiosa de aquel vestuario: "Yo soy agnóstico y en aquella plantilla todos eran muy dado a la religión y yo bromeaba diciendo que era un particular 'Opus Dei'. El primer dia, en mi debut, veo que se ponen a rezar todos los jugadores antes de salir al césped. Se agarran y yo alucinaba. Cuando acabó todo, le dije a mi padre que éramos tan malos, que todos rezaban antes de salir a jugar".

Aquella versión del delantero británico con enorme capacidad en el juego aéreo, fuerza física, contacto y pelea constante, fue gratamente aplaudida en Pamplona, puesto que era una especie que no abundaba en la Liga. Recalcó mil veces que aquí se jugaba mucho por el suelo y eso le hizo cambiar ciertos registros de su juego. Un tipo atípico en un escenario donde se lo adoró, sobre todo porque vino con su compañero inglés Sammy Lee, lo que les hizo especiales desde el primer momento. Tres temporadas, 60 partidos y 12 goles para el recuerdo eterno porque, pese a que pareciera raro y su estado de forma podría haberle permitido jugar más temporadas, decidió retirarse a los 31 años. No tardó en iniciarse en televisión, el verdadero foco de simpatías y fama que le otorgó la vida fuera del césped.

Inglés… pero de camiseta irlandesa:

Michael Robinson

Michael Robinson nació en Leicester (Inglaterra), pero lo que muchos quizás no conozcan es que su carrera internacional a nivel de selecciones, la disfrutó vestido con los colores de la República de Irlanda, aprovechando el origen de su madre. Su primer gran entrenador, Alan Kelly, que lo dirigió en Preston, ya le había animado a que fuera inteligente y aprovechara la opción de jugar con ‘Green Army’.

Debutó en 1980 ante Francia (cuando jugaba en el Brighton), disputó la fase de clasificación para el Mundial de 1982 y, aunque nunca consiguió grandes sumas de goles (4 en 24 internacionalidades), Eoin Hand sí confió en él como delantero para generar alternativas de ataque por su fortaleza y sobre todo, se le recuerda por su partidazo ante Holanda en esa ruta mundialista (video). Cuando Jack Charlton fue el seleccionador, empezó a ceder protagonismo hasta jugar el último encuentro como ‘irlandés’ contra Checoslovaquia en 1986.

Sirva este reportaje sobre su carrera futbolística para homenajear a alguien único a quien conocí por coincidir en diversas colaboraciones profesionales dentro del periodismo. Jamás huía de un debate con la pelota de por medio. Siempre intentaba dejar claro que su deporte de equipo favorito era el rugby. Y sería imperdonable terminar cualquier conversación sin una broma 100% Robinson. Uno de los nuestros. DEP
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