La tan esperada vuelta de Lionel Messi a la Selección argentina, 265 días después de su último partido, dejó una sensación similar a la de aquel partido de octavos de final ante Francia que terminó con el entonces equipo de Jorge Sampaoli eliminado del último Mundial: sin un equipo trabajado ni un esquema aceitado y sin rodearlo ni acompañarlo adecuadamente, el 10 solo nunca va a poder.
En la penúltima prueba que tendrá antes de definir los 23 convocados para la Copa América, Lionel Scaloni optó por experimentar en distintos aspectos y todo le salió mal. Pese a que la Pulga jugó un aceptable partido, el resultado y, especialmente, el flojo funcionamiento del equipo terminaron opacando su regreso.
Ubicado en el centro del ataque que compartió con los Martínez, muy cerca de Lautaro y buscando asociarse con el Pity, pero teniendo que bajar demasiado a buscar la pelota, Messi fue el mejor de una Albiceleste deslucida que fue de menos a más tras un primer tiempo para el olvido.
El rosarino las pidió todas, quiso hacer arrancar a un equipo con buenas intenciones en ataque pero una alarmante fragilidad defensiva y hasta generó las dos más claras que tuvo Argentina en los primeros 45 minutos.
En el segundo tiempo, con el ingresado Matías Suárez se entendió rápido, mostró su calidad de siempre y encabezó la jugada que terminó en el gol del descuento de Lautaro. Pero cuando los de Scaloni amagaron con ir en busca del empate, llegó el penal que decretó el 3-1 final para Venezuela y la desazón para Leo y compañía.
En definitiva, en su vuelta Messi fue el de siempre; la Selección argentina, también.
