Ya ni siquiera hace falta vincularlo con lo que hizo adentro de una cancha de fútbol. No tiene mucho sentido asociarlo a la apilada de ingleses, al pato Fillol de rodillas, a Gatti humillado, al norte de Italia enfurecido. Diego Maradona trascendió. Fue un aura que transitó en el corazón de millones. Son millones que lo abrazaron a lo lejos. Millones que sufren a la distancia. Millones que lloran su partida. Es un viento inexplicable que recorre el cuerpo. Es una idea, una utopía. Es una contradicción y un error. Muchos errores. Es una adicción, una recuperación que no llega, un perdón y un te quiero.
Los grandes momentos en la vida de Maradona
El sistema vive imponiendo a los héroes. Marvel no para de ganar dinero. Es una máquina infalible que le otorga al mundo un resguardo, al menos desde la imaginación. Ahí están Spiderman, Hulk o el Capitán América para evitar a los malos, para hacer que las cosas sean un poco mejores. Maradona no fue un superhéroe ni un villano. Maradona fue el hombre más frágil de todos y el semidios imposible de tumbar. Fue el tobillo lleno de sangre y la apilada. Fue el insulto al cielo y la furia. Fue la trampa.
Maradona fue un ser inexplicable. Por eso el "mi sueño es jugar el Mundial". Por eso el "espero que haya disfrutado tanto la gente de Argentinos como la de Boca". Por eso el "que la gente de Boca se haya alegrado por mi gol". Por eso el "a veces no se puede jugar bien". Por eso el "ho visto Maradona". Por eso el "yo juego por vos, mama". Por eso el "llanto". Por eso el "me cortaron las piernas". Por eso el "Segurola y La Habana". Por eso el "lástima a nadie". Por eso el "yo me equivoqué y pagué". Por eso el "qué jugador hubiera sido".
Quizás la única forma de entenderlo un poco más es a través de él.