
La noche de Champions League más esperada de estos Octavos de Final, asumió pronto una batalla táctica entre quien había estudiado al detalle cada aspecto para sacar mínimas variaciones favorables (Guardiola) y quien tenía muchos menos argumentos y alternativas para contrarrestarlo (Zidane). Una primera parte de estudio, de paciencia, de trabajo lento y de avisos mínimos, que aceleró bruscamente en la segunda, donde se premió el desempeño global de un Manchester City siempre con la sensación favorable de saber perfectamente qué estaba haciendo y que, pese a su habilidad para gestionar contextos, también pudo salir dañado por su falta de pegada y una fase lúcida del Real Madrid tras anotar primero y alterar la convicción. Todo fue un reflejo. Guardiola y sus chicos contaban con ello y destrozaron la noche europea del Santiago Bernabéu en 5 detalles tácticos fundamentales.
1: Guardiola no quería la pelota
Fútbol en manos del ingenio táctico elevado a la enésima potencia y a las consecuencias más radicales. Tanto, que desde el primer minuto, el Manchester City estableció un sistema que ahuyentaba la pelota de su dominio. El equipo que adora la posesión, que la quiere constantemente, que radicaliza propuestas en torno a ella y que armó filosofía mundial basándose en su habilidad para buscar superioridades y espacios en base a su asociación… NO quería tal cosa el día clave del año. Una absoluta desnaturalización de Pep Guardiola que, pese a todo, hizo titubear, dudar y reabrir los ojos al Real Madrid, que no fue capaz de entender tal propuesta. Ederson arrancaba muchos ataques con desplazamientos largos, algo casi nunca visto desde que el catalán es técnico citizen. Es más, es que nada respondía al cánon habitual. Nadie arriesgaba de manera individual. Nadie quería saltarse el guion que había recibido desde el banquillo. En ese juego táctico, cada perfil futbolístico se situaba allí donde la ética rechazaría estar. El '9' (Gabriel Jesús), jugando de extremo y siendo hasta lateral por su enorme responsabilidad defensiva. Los 'armadores' (De Bruyne y Bernardo Silva), son los más adelantados y viven en área rival. Un claro 4-4-2 en defensa y un evidente 2-4-4 en ataque. Al final, sólo existía un clásico de cada partido, que Vinicius la rompe con espacios y luego... Plan perfecto para Guardiola, que entendió desde el inicio muchísimo mejor el partido y cómo dañar a su rival.
2: Gabriel Jesús y su doble función
De inicio, cuando minutos antes del arranque del partido, surgió la alineación del Manchester City, la gran novedad era la ausencia de Sergio Agüero a favor, teóricamente, del Gabriel Jesús. El brasileño partiría como principal referencia con Bernardo silva y Mahrez de extremos. Pero, no. Realmente su posición estaba totalmente matizada, estudiada y detallada, pues se iba a pegar a Carvajal, al que persiguió en un desempeño enorme para un atacante, pues incluso llegó a aparecer en posiciones extremadamente defensivas por seguir de cerca al carrilero blanco, que nunca encontró paz en esa zona. Tal fue su desempeño físico, que entendimos rápidamente que su misión jamás la hubiera podido hacer Agüero. Todo estudiado. Guardiola había decidido ‘trabajar’ sobre Carvajal como pieza débil defensiva blanca. Lo encaraba, lo retaba, lo amenazaba al espacio, lanzaba diagonales buscando área… Y, tarde o temprano, acabó por cobrarse su rédito en forma de útiles consecuencias. ¿Cómo? En la segunda mitad, Gabriel Jesús se olvidó de esa labor, empezó a moverse ya como delantero y, con el lateral blanco tan cansado como falto de vitalidad ante ritmo alto que impuso el City en la reanudación, empezaron a surgir sombras por su zona. De Bruyne, Bernardo y, ya con agotamiento máximo, Sterling y sus cambios de ritmo. Los dos goles citizen llegaron por allí. Factura cobrada.
3: La falta de acierto pudo, pese a todo, condenarlo
La Champions tiene pocas vacilaciones y, normalmente, quien es superior durante largos tramos, acaba por debilitar y herir tanto al rival, que suele llevarse el premio. Sin embargo, no existe otro torneo en el mundo que penalice tanto los errores puntuales o momentos concretos y fue ahí donde incluso el Manchester City de ideas claras y mecanismo estudiado, pudo hasta complicarse enormemente su pase clasificatorio. ¿Por qué? Pues porque aunque los de Guardiola entendieron mejor cómo jugarle al Real Madrid y demostraron tener más capacidad de adaptabilidad a diferentes situaciones, erró excesivamente en sus ocasiones durante la primera mitad. Es más, cuando arrancó la segunda parte y los ingleses habían dado ya el paso adelante definitivo que hacía que sólo Courtois salvara a los blancos, esos errores en definición podían condenarlo y, de hecho, lo hicieron cuando Isco marcó gol. Durante 15 minutos, el Bernabéu y la animosidad del tanto, elevaron el ritmo y pudo incluso golpear con mayor fuerza en un balanceo momentáneo que le habría costado graves consecuencias. Pero cuando todo volvió a la lógica de posesión, dinamismo, intercambio de posiciones, surgieron las distancias defensivas blancas y nunca volvió a juntarse… el City demostró su fortaleza. Fue mejor durante 75 minutos y se llevó el premio ante tal propuesta. Cuando todo maduró, el Madrid se hundió, tanto, que la ventaja en el marcador no le otorgó una pausa o acrecentó su seguridad, sino que lo alocó. Nunca mostró fiabilidad, incluso en lo mental. A todos. Y, en ebullición, el caos se multiplicó y la herida acabó siendo gruesa. Y ahí, apareció lo que Guardiola había estado trabajando en silencio.
4: Alternativas de banquillo para completar el plan
Todo el plan de Guardiola tuvo un perfil alentador durante la noche (a excepción del gol banco y los minutos posteriores), porque en todo momento se vio un City con bastante más autoridad y sensación para cambiarle el ritmo al partido con cualquier variable. Y lo hizo, definitivamente, cuando movió el banquillo para dar el toque final. Mientras el Real Madrid se dispersó, alteró y estiró notablemente una vez que retiró a Vinicius (su única arma para desplegarse y alargar sus ataques) y entraba un pasivo Bale o los desnortados Lucas Vázquez-Jovic, Guardila sabía perfectamente qué iba a hacer en la segunda mitad con los cambios, desde que arrancó el partido. Todo el trabajo que hizo durante la primera mitad, iba a tener que concretarse en la segunda. Aquella merma que explotó con Carvajal, debía acrecentarse y, para ello, acudió a Sterling, que sabía perfectamente que no estaba para muchos minutos pero si para varios cambios de ritmo, dinamismos momentáneos y arrancadas verticales, que iban a romper a un Carvajal cariacontecido. Le sacó el penalti. El inglés salió a eso y lo hizo con honores. Tan claro lo tuvo Pep, que no hizo ni tan siquiera un ercer cambio, consciente que lo que tenía en el banquillo no iba a aportarle nada mejor que lo que había planeado de inicio con los jugadores detalladamente elegidos para ello. Ni Foden, ni el tocado silva, ni Cancelo, ni por supuesto Agüero (que ni rechistó ante el plan perfecto de su técnico). Una demostración plena de cómo aprovechar al máximo tus virtudes y, desde luego, un enorme muestrario de banquillo como amenaza real para cambiar discursos durante los partidos.
5: Guardiola asumió sus zonas débiles y lo solventó
No hace falta indagar a fondo para sospechar que la defensa del Manchester City ha sido su gran problema durante toda la temporada. Primero, falta de planificación acertada, pues quedarse sólo con Laporte-Stones-Otamendi de centrales de primera plantilla, eran mínimos retales. Tuvo que adaptar durante el curso a un fernandino que ya es considerado zaguero (así lo dijo Pep) e incluso sacó de la cantera al juvenil español Eric García para sostener momentos concretos. Si a ello le agregamos que el lateral zurdo ha sufrido lesiones graves con Mendy y Zinchenko (que tampoco es lateral pero que el técnico catalán se lo invento), la fragilidad es enorme en ese sentido. Tanto, que los Citizen han recibido hasta la fecha 6 goles más en la Premier este curso de lo que recibieron en toda la temporada pasada al completo. Cifras que sospechas debilidad. Tanto, que Laporte, medio lesionado, fe exigido a jugar y aguantó apenas media hora en pie. Hasta ese punto era consciente Pep de su vulnerabilidad atrás. ¿Cómo contrarrestarlo? Pues, de inicio, intentando que la pelota no obligara a sus defensores a grandes esfuerzos de retroceso. Si no tienes la pelota (algo que ayer ya explicamos que no quiso), no tienes línea de zagueros adelantados y, por tanto, no necesitas regresar, recuperar o correr hacia atrás ante contragolpes rivales, que es lo que más merma a este equipo semana a semana por su filosofía de tenencia de posesión. Sin pelota, no hay retorno. Por ello, nunca vimos espacios en primera mitad y Laporte no estuvo exigido. Es más, el francés recae en un mínimo instante de carrera. Fernandinho entró y lo palió. Pero ahí no acababa el temor de Guardiola en defensa, porque Mendy es un enorme portento físico pero un sobresaliente alterador de dudas defensivas por sus pérdidas, malas entregas y negativas salida en transición. Por eso, no lo exigió prácticamente en ese aspecto (pese a que fue el peor con diferencia). Consciente de todo ello, el técnico catalán arropó a Rodri como se preveía, con Gundogan cerquita. Uno incluso se colocaba entre centrales cuando era necesario en salida, mientras el alemán era el termómetro que no perdía balones y que permitía aparecer en diferentes alturas para minimizar el posible impacto de la presión madridista, que pocas veces obtuvo rédito. Así que el primer gran acierto de Guardiola, clave para todos los demás movimientos tácticos, fue asumir que defensivamente este curso su equipo es realmente débil.




