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Xavi FC BarcelonaGetty Images

Luis, Xavi y ganar en Múnich

Don Luis Aragonés, que en paz descanse, fue el padre deportivo de Xavi Hernández. Su gran valedor, su inspiración y su Pepito Grillo particular. Luis fue todo aquello que Xavi necesitaba saber: que era mucho mejor de lo que él mismo creía. Motivador brutal, maestro en la sala de estar y seductor de jugadores de todo tipo y estatura futbolística, Luis siempre tenía un discurso para revolucionar, una arenga para agitar, un motivo para creer y unas palabras adecuadas para emocionar al grupo. Si Luis creía, el grupo también. Si el técnico marcaba el camino, el equipo le seguía. Pregunten en el Atlético, en el Betis, en el Mallorca, en el Valencia. Pregunten a los integrantes de la mejor selección española que existió. Luis quizá no fuera el mejor entrenador de la historia del fútbol, pero sabía cómo funcionaba el cerebro del jugador, qué necesitaba escuchar y qué podía dar en momentos de máxima presión. Xavi creció a la vera de Luis. Se convenció de que era mejor de lo que los demás pensaban y de lo que él mismo creía, jugó como nunca, lideró a la selección y aquel grupo en el que nadie creía acabó siendo campeón.

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La leyenda de Luis nunca necesitó anestesia. Una noche se acostó jugador y al día siguiente amaneció entrenador. Ahora Xavi está obligado a construir su propia historia en el banquillo. Y para ser el líder que su equipo necesita y poner la primera piedra de su leyenda y del que será su relato como técnico en el Camp Nou, tiene que atreverse a imitar a Luis. Ser entrenador es difícil. Ser un buen entrenador es aún más difícil. Y ser un líder para el grupo es todavía más complicado. El Barcelona necesita un líder, el grupo necesita confiar en su entrenador y Xavi necesita que sus futbolistas no sólo crean en un estilo de juego o una táctica, sino que se crean, de una vez por todas, que son mejores de lo que parecen. Xavi no necesita consejos, pero quizá la clave para sacar la cabeza y ganar en Múnich sea tocar la fibra de un vestuario que se está resignando a conformarse y dejar de soñar. Quizá la clave para ganar en Múnich, ante un rival todopoderoso y superior, pase precisamente por enfocar el partido desde los sentimientos y la reivindicación personal. 


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Servidor, que ni es entrenador, ni sabe de fútbol, ni tiene la más pajolera idea de liderar a un grupo porque jamás ha pisado un vestuario y no tiene titulación, cree que en un escenario de máxima dificultad, con media temporada en juego, cualquier líder debe apelar al orgullo de su gente. Xavi necesita un discurso potente, convincente y emocional. Un discurso “made in Luis”. Sin mentiras piadosas, sin adornos y sin medias verdades. Las palabras justas. Un discurso corto, directo y en vena. Jugador por jugador. A Dembélé hay que mirarle a los ojos y decirle que, si quiere realmente quedarse y renovar por este equipo, tiene una oportunidad de oro para demostrarlo. A De Jong hay que explicarle que es mucho mejor de lo que parece, que está llamado a marcar época y que si quiere pasar a la historia del Barcelona, no puede seguir poniéndole puertas al campo y tiene que salir a comerse el mundo. A Memphis hay que decirle que hay aficionados que están empezando a dudar si fue buena idea ficharle o no, y que tiene que jugar en Múnich como si fuera el último partido de su vida, abriendo bocas y tapando otras. A Araujo hay que decirle que está sabiendo ser líder, pero que una gran noche en Múnich será el paso definitivo para su carrera. A Busquets hay que decirle que si sigue siendo el mejor mediocentro del mundo, tiene que gobernar el partido de cabo a rabo, porque si él funciona, el Barcelona vuela. A PIqué hay que decirle que que si quiere seguir jugando en este equipo, debe recuperar su versión y demostrar al socio con hechos que es más barcelonista que el palo de la bandera. A Alba hay que exigirle que saque del sótano uno de sus mejores partidos, porque cuando él está inspirado, es un socio extraordinario. A Ter Stegen hay que decirle que hace unos años se decía que era el mejor portero del mundo y que, si quiere volver a serlo, tiene una oportunidad de oro para demostrar que es mejor que Neuer. Y a los chavales jóvenes hay que decirles que están en el buen camino, pero que luchen como leones, porque cuando pasen unos años matarán por tener una oportunidad de medirse al Bayern y derrotarle en su estadio, porque la camiseta del Barcelona se suda y se honra en noches como estas. Xavi tiene que convencer a todos, uno por uno, de que no sólo se puede ganar al Bayern, sino de que van a lograrlo. En Múnich se necesitan hombres, no nombres. El socio les perdonará que no ganen, pero jamás que no lo intenten. Y Xavi, si algo aprendió de Luis, debe poner en marcha el componente más preciado del fútbol, que es el mejor relato de la vida. Saber ser un líder. El que el club pide a gritos, el que el equipo requiere y el que el grupo necesita. El fútbol es un estado de ánimo. La vida también. Luis, Xavi, Múnich.

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