Los buenos jugadores tienen que estar siempre

Alguna enseñanza habrá dejado el Mundial. Casi todos los equipos que especularon demasiado se fueron a casa. Los que se olvidaron de explotar su potencial hoy están en un avión rumbo a sus países. Los que prefirieron apostar por un punto o no salir a atacar, lo pagaron fuerte.

Uruguay dejó la sensación en los primeros dos partidos que había hecho mucho menos de lo que podía. En el debut, ante Corea, lo recordado son las corridas de Darwin Quintero a replegarse como carrilero por izquierda. En el segundo juego, contra Portugal, fue un equipo atado que se acordó de jugar luego de ir perdiendo.

Contra Ghana, el semblante era que -al fin- Alonso ponía lo mejor que tenía en el plantel. Y sus jugadores no le fallaron. Principalmente por uno. Uno que nadie entendía por qué había tenido tan pocos minutos hasta ahora (de hecho, en el debut ni siquiera entró): Giorgian de Arrascaeta. Pero fue demasiado tarde. Un batacazo de Corea ante Portugal dejó afuera al conjunto sdamericano.

Es posible que De Arrascaeta sea el mejor jugador del fútbol sudamericano (lugar que solo podrían disputar sus propios compañeros de Flamengo, especialmente Pedro). Tuvo una Copa Libertadores brillante, hizo lo que quiso. Por eso llamaba la atención su ausencia.

No hay que quedarse solo con los goles (el primero llegando a zona de rebote y el segundo con un bombazo cruzado bárbaro). De Arrascaeta, volcado a la izquierda en una línea de cuatro, es una permanente oferta de pase. Con un tranco más bien lento y sin demasiado dinamismo, el 10 se las arregla para recibir en buenas posiciones, siempre cerca de la jugada. Con el balón, es criterioso. Pierde muy pocas veces y siempre entrega bien. Tiene un aire agresivo, casi siempre busca lastimar, ya sea con pases profundos o entrando con alguna pared.

Uruguay toma el avión de regreso. Da la sensación de que estaba para mucho más. Cuando los mejores no están adentro, pueden pasar estas cosas.