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Thomas Lemar y Luis SuárezClub Atlético de Madrid

Lemar: Fracasa otra vez, fracasa mejor

Ruben Uria BlogGoal

“Lo intentaste. Fracasaste. Da igual. Prueba otra vez. Fracasa otra vez. Fracasa mejor”. Son las seis frases de Samuel Beckett  el mantra del emprendedor, que se ha repetido, una y otra vez,  Thomas Lemar. Llegó para ser estrella y se estrelló. Vino para comerse el mundo y el mundo se lo comió a él. Durante dos largos años, el camarón de Guadalupe ha vivido un auténtico calvario en el Atlético de Madrid. De él han renegado la crítica y la mayoría de la hinchada, pero a base de insistencia y personalidad, ha conseguido lo que es más difícil en el fútbol y en la vida: convertir los pitos en aplausos. ¿Cómo lo ha hecho? Conjugando el verbo favorito de Simeone: insistir. 

Había que estar preparado para no derrumbarse  al descubrir que tu nuevo equipo interpreta el fútbol de una manera opuesta al que sabes jugar, teniendo que adaparte contra natura. Lemar lo intentó y fracasó. Dio igual. Probó otra vez. Había que tener la cabeza bien amueblada para gestionar emocionalmente que, siendo campeón del mundo, con Simeone, la calidad sin trabajo no sirve porque el esfuerzo no se negocia. Lemar lo intentó y fracasó. Dio igual. Probó otra vez. Había que tener constancia para asimilar que, con el argentino a los manos, debió cumplir el servicio militar que impone el Cholo, porque corría mucho y mal, pareciendo un coche de bomberos corriendo hacia el fuego equivocado. Lemar lo intentó y fracasó. Dio igual. Probó otra vez.

Había que tener fortaleza para aguantar el chaparrón de palos ajenos cuando la inercia del grupo le condenó al banquillo y se le juzgó por el dinero que otros decidieron pagar por él. Lemar lo intentó y fracasó. Dio igual. Probó otra vez.Había que ser más duro que los clavos de un ataúd para poner el alma en cada entrenamiento durante dos años y ver que las cosas no le salían en el campo, pasando de estrella a carne de meme..Lemar lo intentó y fracasó. Dio igual. Probó otra vez. Había que ser de hierro para blindarse emocionalmente cuando saltaba al campo para salir por un compañero y su público le dedicaba decibelios de música de viento en su honor. Lemar lo intentó y fracasó. Dio igual. Probó otra vez.

Había que tener muchas ganas de triunfar cuando se iba a casa llorando después de los partidos porque las cosas no le salían y se sentía desplazado. Lemar lo intentó y fracasó. Dio igual. Probó otra vez. Había que tener mucha confianza en uno mismo cuando veía su nombre en todas las operaciones que el club quería llevar a cabo para sacar dinero, recuperar parte de su inversión y encontrarle un nuevo destino. Lemar lo intentó y fracasó. Dio igual. Probó otra vez. Y había que tener un estómago a prueba de bomba para leer la catarata de improperios, insultos, mofas y faltas de respeto que Lemar tuvo que escuchar los últimos meses, donde algunos hinchas (¿?), amparados en el anonimato cobarde de las redes sociales, le desearon tener el Covid-19. Lemar lo intentó y fracasó. Dio igual. Probó otra vez.

Hoy la opinión pública se desayuna con un Thomas Lemar que va mejor por dentro que por fuera, que pide la pelota siempre, que no se esconde y que ha encajado en el sistema del equipo, como si hubiera renacido de sus cenizas. Para el aficionado ha sido un cambio exprés. Para Simeone y sus compañeros, la consecuencia de que el trabajo siempre paga. Para Lemar ha sido la culminación de un proceso tortuoso de dos años durísimos, donde el contexto le pedía rendirse y él no dejó de avanzar cuando nadie creía en él. Lo intentó. Fracasó. Dio igual. Probó otra vez. Fracasó otra vez. Y ahora, está fracasando mejor. Respect.

Rubén Uría

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