Con apenas once jugadores disponibles, ninguno de ellos arquero. De hecho, con el jugador de campo vestido de buzo y guantes lesionado. Con dos juveniles debutantes. Sin suplentes. Aún así, los hinchas de River esperaban confiados el partido ante Santa Fe. ¿El motivo? Marcelo Gallardo, un abonado a las historias donde todo parece estar en contra, comandando a un plantel que se agranda en las difíciles.
Goles de River 2-1 Santa Fe por la Copa Libertadores
Sin embargo, había una cuestión a desenredar, ajena a los futbolistas presentes o a los ausentes: volver a ser, más allá de creer. Y en apenas 10 minutos de juego, el MIllonario fue. Fue presión, fue intensidad y, por sobre todas las cosas, fue efectividad. La misma que le faltó en casi toda la fase de grupos, en la que solo había logrado cuatro goles en cuatro encuentros. En una ráfaga, con Julián Álvarez como abanderado, estaba 2-0 y los colombianos absolutamente desencajados.
Nadie puede discutir que Independiente no estuvo a la altura de los acontecimientos, que fue un equipo sin alma. Pero centrarse en esa cuestión sería minimizar todo lo hecho por el equipo del Muñeco, cuya estrategia de golpear rápido y luego jugar lejos de Enzo Pérez para evitar exigencias salió a la perfección.
La noche en la que Enzo Pérez se sentó en la mesa de los ídolos de River
La lógica comenzó a cumplirse en el segundo tiempo, cuando las piernas dejaron de responder. Sin posibilidad de hacer ingresar jugadores frescos, comenzó el momento de la resistencia moviendo fichas para que los más desgastados realicen menor despliegue. El descuento de Santa Fe también era esperable en esas condiciones, pero despabiló al equipo para plantarse en los 15 minutos finales.
La épica de River también fue volver a sus raíces que lo llevaron a la gloria máxima en 2015 y 2018, además de estar muy cerca en 2017, 2019 y 2020. Y hacerlo con 20 jugadores contagiados, sin arquero ni posibilidad de cambios, fue un ingrediente más en la noche que el club necesitaba para volver a creer y ser.