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Supercopa de España, AthleticGetty

La falacia del título menor

OPINIÓN

Estos últimos días hemos asistido a las habituales artes que se repiten invariablemente desde los dominios de la prensa del Puente Aéreo. No faltaron las preguntas a miembros del Madrid y del Barcelona acerca de su participación en la final de la Supercopa sin que se hubieran disputado todavía las semifinales.

Por si no fuera suficiente con el repetido descaro con el que ningunean a todo aquello que no sea merengue o culé –y si acaso colchonero en ocasiones para disimular–, no pocos tertulianos de los que abarrotan los medios abogaban por la celebración de un Clásico con el título en juego. “No vamos a echar piedras contra nuestro propio tejado”, “la gente lo que quiere es comprobar cómo se encuentran Madrid y Barça frente a frente en estos momentos” o “las audiencias no son las mismas si alguno de los grandes falta a la cita”, han sido algunas de las perlas que han soltado sin rubor.

La victoria de los leones ante el Madrid se vio velozmente sofocada por el extintor de las críticas al juego de los blancos por parte de los de látigo fácil, mientras que los se expresan al dictado de los despachos colmataron los medios con la consabida cochambre de estos casos. “Hay que pasar página, que la Liga esta complicada y en un mes llega la Champions. La Supercopa en enero es un estorbo, además de un título menor”. O “la Supercopa me interesa entre 0 y 0,2”. Así se expresaban algunos en los medios después de que su equipo quedara apeado por el Athletic. Algunos periodistas, debo aclarar.

Yéndonos al año del sextete de Pep Team, al día siguiente de que el FC Barcelona se impusiera al Athletic Club en el global de la eliminatoria de la Supercopa (5-1), un diario deportivo barcelonés mostraba orgulloso en sus páginas una composición gráfica con el palmarés completo de la Supercopa desde sus inicios y destacaba que el Barcelona alcanzaba al Real Madrid como club con más trofeos en esa competición. “Pep Guardiola, con un mensaje invariable, rebosaba felicidad tras conquistar su primera Supercopa española como entrenador”, recogía el periódico.

Sin embargo, desde que cayera el pasado jueves el Real Madrid ante el Athletic, hasta después de que lo hiciera también el Barcelona en la final, se ha ido trufando el discurso supercopero con la letanía de que la competición ponía en juego “un título menor”. Un remedo de salvavidas para forofos irredentos, haters y prima donnas de ópera bufa de los medios.

Y el problema no reside tanto en que el supercampeón haya sido el Athletic Club, con el mérito que eso esconde, sino que no haya alzado el trofeo el Real Madrid o el Barcelona, tras haberlo disputado frente a frente. Pero ni siquiera lo trascendental es que se embarren los alrededores de una competición que cuesta más que nunca conseguir gracias al formato que se estrenara el pasado año. No. La urdimbre del chocolate amargo que hay tejido desde tiempo atrás hunde sus nudos en una ingeniería que sostiene un suculento negocio para unos pocos. Del que unos son los responsables y otros, los culpables.

Han pasado ya unos años desde que escuchara en una redacción cómo se aleccionaba vehementemente a un compañero por haber arrancado un programa con una información polideportiva relevante: “Que te quede claro que abrimos siempre con el Madrid o el Barça pase lo que pase en el mundo. Solo si Nadal gana Roland Garros empezamos con el tenis y nos vamos rápidos al jamón”.

Mientras tanto, los niños se te han hecho mayores y te cuesta recordar el rostro de tu primera novia, pero la pianola sigue tocando la misma canción, sin que nadie tenga que cambiarle el rollo al instrumento.

Sin que apenas cayeras en la cuenta, te metieron con un embudo lo del “Clásico”, como si fuera el único o el más antiguo del fútbol. Para entonces ya estaba montado el circo de dos pistas. Lo han ido sosteniendo el lote de cuberterías, los forros polares y las tazas que has ido viendo pasar por el kiosko. Con el músculo de esas regalías, y otras menos evidentes que sonrojarían al más pintado, han ido apartando a los trapecistas, la mujer barbuda, los equilibristas, los leones y los tigres, los malabaristas, hasta que el espectáculo ha quedado reducido a los rifirrafes entre Cara Blanca y Augusto, el haz y el envés de la comedia circense más guionizada del balompié mundial.

Durante los 2000 alfombraron el país con que la Copa era un estorbo... hasta que se vieron las caras Guardiola y Mourinho. En los últimos años, la Liga ha visto cómo se habla de ella con desprecio porque “lo que cuenta de verdad es la Champions”. La estrategia es tan simple como efectiva: inunda los canales con el mensaje prefabricado hasta que lo repitan en los bares. Bingo.

Pero el proyecto conjunto que mantienen engrasado quienes ponen y reciben no deja de sacar conejos de la chistera. El penúltimo, el de la Superliga europea. Ese todos contra todos que amenaza con obligar al fútbol de toda la vida a pasar a los miércoles mientras ellos se instalan en la bañera del Tío Gilito los sábados y los domingos. Hacer de la Liga una ASOBAL. Clandestina e imposible de seguir sin perderse.

Así, los primeros lanceros que han enviado a ese frente mediático los de las plantas nobles ya horadan las meninges de los aficionados con la prosa del desprecio: “que el Liverpool solo haya jugado en el Bernabéu dos veces en la historia y el Racing lo ha hecho decenas de veces, no es normal ni bueno”, confesaba convencido un periodista en la radio. Así, sin anestesia. Al fin y al cabo, ¿quién es el Real Racing Club de Santander sino uno de los 10 fundadores de la Liga española?

Por todo esto, y mucho más que no haría sino redundar en la línea de los expuesto, merece la pena caer en la cuenta de que no son tanto los aficionados más forofos los responsables de filfas como lo de que la Supercopa es un título menor. En muchos casos, repiten lo que se les inocula. Más nos valdría poner la mirada en los que se mueven en las sombras de los despachos y en los que agradecen las dádivas. Ellos, que podrían haber sido tildados de caballeros, son los que no merecen sino un título menor.

Lartaun De Azumendi

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