River quedó eliminado y ante el máximo rival, que no lo derrotaba en un duelo mano a mano desde la serie de Copa Libertadores 2004, siendo así la primera caída en este tipo de cruces en el ciclo de Marcelo Gallardo. Ahora bien: el contexto y las formas lograron que, al menos, la eliminación de la Copa de la Liga Profesional haya sido indolora y hasta recordable con orgullo.
El partido empezó a jugarse el sábado cuando se confirmaron los primeros 10 casos de Covid, a los cuales se sumaron otros cinco por la noche. Gallardo debía rearmar su equipo con al menos cinco titulares contagiados y, además, los cuatro arqueros del plantel superior. Y lo hizo, porque el reglamento y el orgullo impiden pedir la suspensión.
Con el debutante Leo Díaz en el arco, con referentes como Ponzio, Maidana y Enzo Pérez, con Fontana en el ataque, los primeros minutos fueron de incomodidad, antes y después del gol de Tevez, tras una clara falta sobre Jony. Con intermitencia, de a poco se fue acomodando a la cancha ante un Boca que no se decidía a buscarlo y liquidarlo.
El segundo tiempo dio lugar al pensamiento contrafáctico: si con una formación de emergencia y casi sin banco de suplentes, con dos debutantes para solucionar los flojos partidos de Casco y el egoísta Carrascal, puso a Boca contra las cuerdas, le empató y lo encajonó contra Rossi, con los titulares hubiera sido una historia totalmente diferente. E inchequeable.
Los penales no pueden ingresar al análisis, pero lo vivido durante las últimas 30 horas es lo que el Muñeco analizó utilizando términos clave como orgullo, dignidad y representar a la camiseta. Le faltó ganar, porque fue así y la Copa de la Liga Profesional se terminó este domingo. Pero lo visto, como hace cuatro meses ante Palmeiras, es un equipo que deja todo en la cancha para que las derrotas duelan menos.