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Fernando GagoGetty

Gago, el Redondo que no fue

En la forma de juego tenía cierto ADN que lo emparentaba al Real Madrid. No se trataba de la técnica ni el físico, si no del estilo: Gago aspiraba siempre a ser dominante, como se acostumbró toda la vida en la Casa Blanca. A los 20 años, había demostrado en el Boca de Alfio Basile, que ganó dos torneos locales y la misma cantidad de títulos en la Copa Sudamericana, que le sobraban juego y personalidad. De esos volantes centrales que siempre se acercan a la pelota, que corren desesperados por tenerla un rato más, que se preocupan por entregar siempre bien para que su equipo tenga la posesión.

Demasiado chico, llegó al gigante de Europa con roce en la Selección argentina y la medalla dorada de los Juegos Olímpicos 2008. Eran tiempos difíciles para el Real Madrid: el presidente de ese entonces, Ramón Calderón, había prometido los fichajes de Kaká, Robben y Cesc Fábregas, pero solo había conseguido al holandés. En enero del 2007, decidió invertir en tres jóvenes sudamericanos que la rompían: Gonzalo Higuaín, de River, el brasileño Marcelo, de Fluminense, y Gago. Bajo las órdenes del italiano Fabio Capello, el argentino entró bien al equipo, que ya no contaba ni con Zidane ni Figo y solo quedaban Raúl y Beckham de los famosos galácticos. Le ganó la titularidad a Mahamadou Diarra con bastante velocidad y se volvió titular indiscutido de un plantel que ganó la Liga en la temporada 2007-08.

El concepto para el Real Madrid, como para casi cualquier equipo de fútbol, era que necesitaba un mediocampista central de elite para terminar de aceitar el resto de las piezas. Fernando Redondo había dejado una huella demasiado grande, imposible de ocupar, pese a las evidentes similitudes en la forma de jugar. El último -y único- que hasta ese momento había sabido hacerse cargo del círculo central había sido el francés Claude Makelele.

"No creo que la comparación con Redondo sea una presión. Somos dos jugadores totalmente distintos. Me guié siempre en lo que fue él para el Real Madrid porque era mi ídolo de chico y tenía la ilusión de vestir la camiseta blanca. Siempre fue mi sueño llegar al Real Madrid", dijo Gago ni bien llegó al club.

Puesto vacante.

En la temporada 2008-09 empezaron los problemas. Sufrió lesiones que lo dejaron alejado del campo por varias semanas. Empezó a perder terreno. En la temporada 2009-10, las llegadas de Lassana Diarra y Xabi Alonso lo marginaron casi por completo. Tras la salida del chileno Manuel Pellegrini y la llegada de José Mourinho, su espacio en el equipo se acabó. En la siguiente campaña, pasó a formar parte de un grupo de descartables, junto a Pedro León, Sergio Canales, Lassana Diarra y Royston Drenthe.

El argentino llegó a jugar 121 partidos en los cuatro años en los que estuvo en el Real Madrid (hizo solo un gol, ganó 82 partidos, empató 13 y perdió 26), pero nunca terminó de convencer. Aunque sus formas lo reflejaban con el ADN del Madrid y su calidad era apreciada en el Bernabéu, nunca terminó de agarrar el ritmo europeo, mucho más exigente en velocidad, físico y fuerza. Se fue cedido a la Roma, donde tampoco funcionó. De hecho, el equipo italiano no quiso tomar la opción de compra de su pase por 7 millones. Terminó en el Valencia por 3.5. De 20,5 a 3.5. Números fríos que reflejan el paso de Gago con el Real Madrid. 

La historia le tenía guardada una última página negra en el Santiago Bernabéu. Fue en la atípica final de Copa Libertadores disputada en España, que finalizó con el triunfo de River y la lesión que parece poner punto final a la carrera de Gago, una nueva rotura del tendón de aquiles cuando se disputaba el tiempo suplementario y que lo deja contra las cuerdas del retiro. Esa imagen, caminando con la cabeza gacha hacia el banco de suplentes del estadio de Madrid, refuerza aún más lo que quedaá como un recuerdo, el del Redondo que no fue.

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