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Sergio Ramos Russia Spain World CupGetty Images

España pierde su estrella

OPINIÓN

España ha perdido su estrella. Ya no es la España campeona. Después del bochorno en Brasil y el adiós por la puerta de atrás en Francia, esta vez en Rusia llegó la estocada definitiva a una generación esplendorosa. Por nombre, por calidad y por equipo podrían ser campeones de lo que quisieran. Pero ya no lo son más. Rusia es hoy el verdugo de La Roja, aunque apenas se limitó a activar la guillotina. Fueron otros muchos los que llevaron al equipo nacional a esperar de rodillas al destino. Luzhniki será recordado ya como la tumba de un equipo que necesita mirarse al ombligo para florecer de nuevo. Lopetegui parecía estar en camino de liderar esa regeneración, pero Luis Rubiales no nos dejó comprobarlo. Estará tranquilo el presidente. Él ya dejó claro quién mandaba, que era lo que preocupaba. Es uno de los ‘factores’ que han empujado a España al abismo. Otro factor fue la incapacidad para cambiar los partidos, el estilo ni las dinámicas, quizás enemistados con la autocrítica. Se veía venir desde la fase de grupos, sea como fuere. Y al final acabó sucediendo de la manera más ridícula posible. Con un 80% de posesión y ante una enclenque Rusia que apenas tenía una cuchara de plástico por arsenal. No le hizo falta más. España ya había hecho lo suficiente antes para autoexpulsarse del Mundial.

Y la primera parte del partido ante Rusia es el ejemplo perfecto para radiografiar el indescifrable Mundial de la Selección Española. Hierro introdujo cambios en la alineación para meterle nervio a La Roja. Iban de más a menos y se antojaba necesario un giro de timón. El seleccionador tomó las riendas para dárselas a Asensio, Koke y Nacho. Y sin que ello pareciese realmente determinante para cómo se estaba desarrollando el partido, el caso es que sí pareció cambiar el ángel de España por un momento. Pues sin hacer gran cosa, se encontró con un gol antes del cuarto de hora en un rebote en propia puerta de Ignashevich, que andaba tan preocupado de cubrir a Ramos en un centro lateral que no midió que la pelota quería tocar su pierna para terminar dentro de la portería. Casi sin quererlo, La Roja estaba por delante en el marcador. La celebración de toda la plantilla sobre el césped explica a la perfección el valor de ese 1-0 ante Rusia.

Sin embargo, no podía ser un desafío tan fácil para La Roja. Nunca lo han querido así desde que pisaron Rusia. Ni siquiera supieron aprovechar el lado 'sencillo' del cuadro. Después de los regalos de Rubiales, de De Gea y de Sergio Ramos-Iniesta, quizás debieron sentir que este partido estaba demasiado de cara con un 75% de posesión y sin que Rusia estuviese siquiera cerca de poder arañar lo más mínimo a España. Porque fue justo en ese preciso momento, justo cuando todos empezaban a interiorizar la inmensa superioridad española, cuando Piqué le brindó un penalti a Dzyuba por unas inexplicables manos dentro del área tras un córner. Como Portugal y Marruecos anteriormente, Rusia tampoco lo desaprovechó desde los once metros. Tercer regalo claro y sexto gol encajado en cuatro partidos del Mundial. España parecía el anfitrión del torneo dejando presentes a todo el que se le pone enfrente para que estuviese lo más cómodo posible. Ni mordiente arriba, ni sólido atrás. Vuelta a empezar de nuevo. Rusia ni se lo creía. 

La diferencia es que, tras el descanso, España no se encontró esta vez con ningún gol como en la primera parte. Y eso no hizo sino acentuar sus problemas. Todos ellos. Con el balón y sin él. Aun con los cambios en el once y desde el banquillo, resultó el mismo perro con distinto collar, que se suele decir. La Roja no era capaz de encontrar los canales que le llevasen hasta la portería contraria, y eso no hacía sino aumentar su ansiedad y aflorar su inestabilidad. Rusia, tranquila y agazapada en su campo, esperaba su oportunidad. Apenas necesitaba una bala perdida para lograr su cometido. Lo sabía. Jugaba al desgaste psicológico con el gigante español… y le estaba saliendo bien. Sólo Iago Aspas, que salió de refresco en la segunda parte, pareció no querer saber nada de los juegos rusos. Porque fue el único que intentó buscar los desmarques al espacio generando algo de descontrol en una aburridísima segunda parte. El gallego casi se lleva el gato al agua en una doble acción con disparos de Iniesta y de él mismo que sacó el nada exigido Akinfeev hasta ese momento. Para la inevitable prórroga, Rusia demostró que tenía una férrea estrategia defensiva y que tenía portero. España tenía a Aspas y un manojo de nervios.

De ahí que el partido no cambiase lo más mínimo durante el tiempo extra. Mismo plan, misma ejecución, mismo resultado. A Rusia le beneficiaban los penalties. Era como podía equilibrar la calidad. España no sabía cómo evitarlos. Sólo a partir del minuto 110 estuvo siquiera cerca de ello. Y fue, irónicamente, en un ataque de arrojo, olvidando la borrachera de tonti-taka que se estaba pegando. Rodrigo tuvo una de las pocas acciones de genialidad que se vieron en el estadio de Luzhniki, con un regate sin tocar el balón, pero volvió a aparecer el cancerbero ruso para evitarlo. Se reclamó también un penalti por agarrón que ni Kuipers ni el VAR vieron. Al final, nada de nada. El destino de ambos se decidiría desde el punto de fusilamiento. Y ahí fue Rusia quien quedó en pie. Fallaron Koke y Aspas, sin que De Gea detuviese ninguno. Ellos aparecerán en las portadas. Aunque en realidad los ‘culpables’ no serán ellos. Entre todos la mataron y España se murió sola. 

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