OPINIÓN
Desde que se sorteó el calendario en verano, se sabía que al Real Madrid le esperaba este sábado un partidazo en San Mamés. Ya sólo por el imponente escenario, y por la historia de ambos clubes per sé, no haría falta buscar más focos de atención. Pero los pinchazos en Copa a media semana convirtieron este encuentro también en un ser o no ser para ambos equipos. Y por si no fueran pocos alicientes, el resbalón del Barcelona ante el Celta en esta misma jornada hacían del choque ante el Athletic un irresistible dulce para los hombres de Zidane, que podían engancharse por fin a La Liga definitivamente. De ganar hubieran dependido de sí mismos frente al Barcelona para ser campeones, ni más ni menos. Así que más alicientes, imposible.
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Y el partido cumplió con todas las expectativas de emoción y tensión que se le presumían. Con un partido abierto, noble, con corazón, con ocasiones para ambos equipos, pero igualmente errático en ambos bandos, y con muy poco fútbol para el paladar. Como si se hubiera jugado hace 30 años, con el balón volando por el aire constantemente de un campo a otro, de una banda al área, y sólo de vez en cuando bien trenzado a ras de césped con cierto criterio, siguiendo una idea atractiva de juego.
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El Athletic presionó bien en campo contrario mientras le duró la gasolina, dificultando la salida de balón de los blancos, obligando a jugadores como Isco a retroceder 25 metros más lejos del área rival. Y ahí hizo daño a este Real Madrid, falto de ideas y mecanismos. El empate es otro nuevo paso atrás. Durante toda la temporada ha demostrado falta de fútbol y de gol, y volvió a recordar esas carencias previas a la serie última de cuatro partidos desde Las Palmas, donde había evolucionado ciertamente. En Bilbao, aunque nunca faltó actitud ni entrega, sí volvieron a primar otra vez las malas sensaciones.
Porque el equipo blanco no pudo hacerse con la victoria. Porque no pudo marcar ni un gol, y no es la primera vez que le pasa esta temporada ya. Porque no supo aprovechar el pinchazo del Barcelona. Porque encima Sergio Ramos fue expulsado y tanto Casemiro como Carvajal se perderán también el partido ante el Sevilla por acumulación de amonestaciones. Porque diciembre era un mes clave para remontar y ya comienza torcido. Pero sobre todo, porque con el mismo once de Cardiff, hay un mundo de distancia entre ese equipo y éste, aunque luzcan el mismo nombre, los mismos colores y hasta los mismos jugadores. El Real Madrid no logró quitarse la máscara de esta temporada ni en la más propicia de las ocasiones.