El gol de Puerta: la noche que el Sevilla se hizo grande

27 de abril de 2006. El Sevilla se cita en las semifinales de la Uefa para jugar contra el Schalke y contra su propia historia.  El equipo que dirige Juande Ramos lleva 58 años sin ganar ningún título y 44 sin ni siquiera estar una final.

Es jueves de Feria y miles de sevillistas peregrinan al Ramón Sánchez-Pizjuán desde el Real de la Feria para la cita europea de su equipo. Tras el 0-0 de la ida, todo está por decidir entre españoles y alemanes en un estadio repleto. Antes de que salten los equipos, El Arrebato entona el recién estrenado Himno del Centenario y se forma un mosaico con miles de bufandas. En el Gol Norte se puede leer la pancarta “Nadie nos podrá quitar la ilusión”. Nervión es un hervidero y quiere llevar en volandas su equipo. El aficionado tiene ese cosquilleo en el estómago por el que no sabe si reír o llorar. Quiere disfrutar de una cita tan importante pero tiene pánico a que el destino vuelva a jugarle una mala pasada.

El miedo a perder domina un partido que se acaba marchando a la prórroga. Cuando en el minuto 98:26 Renato Dirnei entra en el campo santiguándose aún no sabe que en sólo 81 segundos la vida del Sevilla cambiará para siempre. Las más de 45.000 personas que abarrotan el Ramón Sánchez-Pizjuán aguardan la jugada que cambie su sino. Que deje atrás el fantasma de los descensos y les acostumbre a las finales. El momento que les haga grandes. El gol que acabe con la sequía. El guiño del destino que les ayude a convertirse en un equipo campeón, en un club capaz de llegar a finales.

Generaciones y generaciones de sevilistas han visto como equipos de su mismo escalón como Espanyol, Zaragoza, Alavés o el Betis han levantado títulos o al menos han pisado una final en los últimos años. El Sevilla no, la suerte le ha esquivado, sólo ha celebrado ascensos y clasificaciones para la Uefa desde hace 40 años. Hay niños que se convirtieron en padres sin saber cómo era levantar una copa sin tener que pedirle a su abuelo que se lo cuente. El peso de esa losa histórica está a punto de desaparecer justo cuando Renato entra en el campo y comienza la jugada que lo cambiará todo.

Sevilla Schalke 2006Getty Images

El Sevilla está completamente agotado por la prórroga pero también por la presión psicológica de lo que hay en juego. Hasta cuatro veces perdió el balón intentando salir en sólo 20 segundos. Cuando David Castedo la pierde al pasársela a Maresca no teme que vaya a originarse la contra fatal. Como lleva haciendo durante toda su carrera sólo se centra en correr hacia atrás para volver a robarle el balón al rival. El mallorquín llega justo para entorpecer el centro de su par. Aitor Ocio toca el envío y Palop grita para avisar que ese balón es suyo.

El portero grita con toda la rabia que contuvo en los años que le tocó estar en el banquillo en Mestalla. Nadie es profeta en su tierra. Palop ya tenía un máster en ganar títulos en Valencia pero tuvo que emigrar a Nervión para sentirse protagonista en noches como la del 27 de abril. El portero de L’Alcudia todavía no es consciente de que como sevillista levantará aún más títulos que en Valencia. No tiene ni la más remota idea de que será recordado como el mejor portero de la historia del club. Sólo puede fantasear con que volverá a hacer la parada decisiva en muchas otras noches como aquella en la que frenará a Viduka, o en la que será más rápido que Güiza o en la que se convertirá en el muro contra el que se estrelle por primera vez el Barcelona de Guardiola. Palop sabe que ha acertado firmando con el Sevilla. Ha venido para noches como esta pero todavía no sabe que esa decisión también le permitirá ser campeón de Europa con la Selección Española y homenajear a su ídolo Arconada por la final que se le escapó en 1984. No sospecha que con el Sevilla marcará hasta goles que valdrán remontadas y su único deseo en ese momento es sacar rápido para montar la contra.

Cuando Saviola recibe el saque del portero sólo quiere correr hacia la otra portería haciendo su honor a su apodo de Conejo. Es la carrera soñada. Si acaba en gol, todo habrá cobrado sentido. La inverosímil elección que tomó en agosto de salir del Barcelona para ir al Sevilla en busca de minutos para estar en el Mundial habrá sido la mejor de su carrera. Cuando Ernst le roba el balón, Saviola entiende que la gloria de esa noche está reservado para otro. Lincoln recibe el pase de su compañero y no es capaz de adivinar que será el último jugador del Schalke que tocará el balón con la eliminatoria empatada. Cuando intenta encontrar el desmarque de Kuranyi y se encuentra el pecho de Martí no sabe que dentro de exactamente 19 segundos en vez de en un estadio le va a parecer que está en un manicomio.

José Luis Martí roba el balón como lleva haciéndolo toda su carrera. Disfruta con su oficio de centrocampista. Le encanta memorizar cada orden que sus entrenadores le han dado en su carrera. Aún no tiene canas pero sabe que cuando las tenga le gustará poner en práctica todo lo que ha aprendido de Rafa Benítez, Joaquín Caparrós y Juande Ramos. Lo que no adivina es que 17 segundos después su amigo Antonio será el que les abra las puertas de la final ni de que dos años más tarde empezará a usar sus iniciales para homenajearle cuando le pidan un autógrafo.

Maresca abre a la banda sabiendo que ahí pase lo que pase va a encontrar a Jesús Navas. Si con 35 años no se cansa de correr, con 20 podía jugar partidos de 200 minutos cada noche. Como han hecho durante dos temporadas sin parar, el menudo chico de Los Palacios se la da a Dani Alves casi sin mirar. Su conexión en el ala derecha es tal que pareciera que pudieran leerse la mente.
Alves ya sabe que quiere ser el mejor lateral del mundo pero no que ganará cinco títulos en Sevilla antes de irse a Barcelona ni que allí formará pareja en la derecha con un chico de Rosario que en ese momento está lesionado pero que acabará siendo el mejor jugador de todos los tiempos. Que se cumplan todos sus sueños sólo pasan por devolver esa pared a Jesús.

Sevilla Schalke 2006Getty Images

Jesús Navas controla y la pone al área buscando su amigo Antonio como tantas veces ha hecho en la Ciudad Deportiva. Viene en carrera y sabe mejor que nadie que si conecta un buen disparo puede acabar en la red. Cuando Navas ve salir el centro sólo piensa en jugar la final de la Uefa con el club que le ha cambiado la vida. Sólo quiere que la jugada acabe en gol pero no sabe que el remate de su amigo va a traer una catarata de cambios a su vida. El Duende de Los Palacios no habría soñado jamás con que su foto acabaría estando en la fachada del Sánchez-Pizjuán ni con que su hijo viera un partido en el estadio que lleva su nombre. Su padre Paco no sabe que tendrá que viajar a Manchester durante cinco años para verlo triunfar en Inglaterra. Nadie en la grada sospecha que está viendo el primer centro histórico de un campeón del mundo. Ni que 14 años después volvería a ponerlos en Colonia para que el que rematase a la gloria fuera De Jong. Navas aún no lleva el brazalete pero siente el escudo que lleva en el pecho con la misma pasión con la que levantará la Europa League en 2020.

Antonio Puerta ve venir el balón que le va a cambiar la vida. Lo espera, prepara la zurda, arquea el cuerpo buscando impactar con precisión. Su pose es elegante. Parece casi un torero que espera para dar un pase de pecho. Cuando el balón sale de su bota izquierda, la historia del Sevilla ya habrá cambiado para siempre.  Es el minuto 100:07 y ha nacido un equipo campeón. Antonio mira al cielo y se acuerda de su abuelo, el que le inculcó el amor por el equipo que ahora está llevando a la gloria.

Cuando Maresca llega el primero para abrazarle no sabe que 13 días después en Eindhoven él marcará el doblete que les hará campeones. Aitor Ocio cierra el puño con rabia sin saber que el hijo de Antonio se llamará como él. Javi Navarro corre desde el centro del campo para celebrar el tanto preguntándose cuánto pesará la Copa de la Uefa sin imaginarse que acabará teniendo agujetas de levantar trofeos. Cientos de sevillistas se abrazan para por fin llorar de alegría sin saber que su vida ha cambiado para siempre, sin saber que la final que se avecina no es el final del camino si no el principio de su leyenda.

16 años después, el Sevilla no ha despertado del sueño. Ha ganado 6 Europa League, 2 Copas del Rey, una Supercopa de España y una de Europa. Ha reinado en Eindovhen, Glasgow, Mónaco, Turín, Varsovia, Basilea, Colonia, Madrid y Barcelona. Compite entre los grandes porque se lo ha ganado. Una grandeza que abrazó justo cuando Antonio Puerta soltó ese zurdazo a la gloria.

Francisco Rico

Anuncios

ENJOYED THIS STORY?

Add GOAL.com as a preferred source on Google to see more of our reporting

0