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Ocampos Cádiz Sevilla LaLigaGetty Images

El candidato invisible, la roca que resiste

Invisible para la España mediática desde tiempos remotos, condenado a ocupar en los medios el mismo sitio que el enésimo chiste de Joaquín y la última reseña de la serie adolescente de moda, el Sevilla sigue siendo una roca. Un equipo inasequible al desaliento, que compite con ferocidad, que es capaz de superar cualquier adversidad y que sigue persiguiendo, en absoluta soledad, la conquista de un sueño que los medios de (in) comunicación le niegan por sistema. Lastrado por las bajas, golpeado por las lesiones, con un equipo de circunstancias y un calendario estresante, el Sevilla sigue demostrando que su naturaleza entronca con el mantra que sus aficionados repiten: "Dicen que nunca se rinde". Una verdad como un templo. El equipo de Lopetegui, tenaz hasta la extenuación, sigue en la carrera por un título que, hasta hace dos días, ya le había atribuído al Real Madrid todo lo que queda del periodismo deportivo nacional. Sin embargo, a pesar de que se ignora por sistema todo aquello que brota de Despeñaperros, el Sevilla se está empeñando en lograr que el personal saque la calculadora y admita que, quizá, sólo quizá, alguien vendió la piel del oso antes de cazarla.

Que el Sevilla FC no es el mejor equipo del mundo es un hecho. Que tampoco es el candidato número uno para el título es otra realidad. Que para el club salir de la Champions fue un duro golpe nadie lo esconde. Y sin embargo, nadie en sus sanos cabales podría tener el cuajo de descartar o desdeñar las posibilidades de un equipo intenso, equilibrado, físico y competitivo, que no tiene tiempo de entrar en el patético juego periodístico de ser "favorito", porque anda realmente ocupado en lo importante: ganar. De Pepe Castro a Monchi, de Lopetegui hasta el último canterano, el Sevilla persigue sus metas compitiendo, explorando día a día sus límites, rubricando unos números con aroma de candidato. Uno serio, fuerte y formal. Al equipo no le sobra nada, pero le falta realmente poco. El camino es largo, todas las temporadas se hacen eternas y nadie quiere fabricarse castillos de ilusión en el aire, pero a nadie escapa que club, afición y vestuario forman una unidad indivisible que exige y merece respeto. Con menos presupuesto que los gigantes, con menos recursos que los de siempre y con más ilusión que cualquiera de los anteriores, el Sevilla está comprando algo que sólo se puede adquirir en el campo, con meritocracia: licencia para soñar.

Diego Carlos y Koundé son columnas trajanas en retaguardia, Fernando Reges es el mejor mediocentro de la Liga aunque no tenga prensa que le adule, Acuña es uno de los mejores fichajes de la historia reciente del club, Ocampos es un potro desbocado capaz de perforar cualquier defensa, Rakitic está sentando cátedra porque aún tiene fútbol en el sótano y Jordán es uno de los secretos mejor guardados del campeonato. En mitad de una pandemia mundial y con el grupo resistiendo de manera estoica una plaga de bajas que habría destrozado a cualquiera, el Sevilla sigue en pie. Con medio equipo lesionado. Está metido, de lleno, en la pelea. No acapara elogios, ni titulares, ni atención. Quizá porque no la quiere, quizá poque no la necesita o quizá porque, como al mejor Atleti, se siente feliz cuando apartan de él ese cáliz envenenado de la soberbia. El Sevilla, el equipo invisible para los medios, el candidato que ha obligado a muchos sacar la calculadora a última hora, es una roca inalterable. Un equipo que se sobrepone a la dificultad, que tiene un mérito bestial y que no tiene límites, porque los explora en cada partido. "Dicen que nunca se rinde". Y dicen bien.

Es posible que no acabe ganando esta Liga, pero mientras algunos abren la boca para opinar, el Sevilla se está encargando de taparlas. Habrá quien se pregunte si este Sevilla puede ganar la Liga. La cuestión no es esa. Lo importante es que los que siguen sin creérselo han tenido que sacar la calculadora. Este Sevilla es el candidato invisible, la roca que resiste.

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