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Diego Lainez, el pequeño conquistador que soñaba con el América

La primera imagen de Diego Lainez en el futbol comienza con dos viejos héroes,Cuauhtémoc Blanco y Salvador Cabañas, jugadores a los que solía seguir por televisión cada vez que jugaba el América. Diego no era de comprar historias ni cuentos fantásticos. No quería videojuegos y tampoco imaginaba su vida en otro deporte. Lo único que necesitaba para ser feliz eran dos cosas: la pelota y el uniforme de las Águilas.

Para Mauro Lainez y Maricarmen Leyva, sus padres, las cosas resultaron simples. “Desde pequeño, Diego quería jugar en el América”, dice el señor Lainez, y los recuerdos lo llevan a la olimpiada nacional de Ciudad Victoria, Tamaulipas, donde el zurdito y su hermano Mauro, llamaron la atención de Ángel ‘Coca’ González, entonces coordinador de visorías del Pachuca.

“Diego estaba chiquito, tenía como 9 o 10 años. Traté de llevármelo, pero sus papás no lo dejaron”, recuerda González, descubridor de talentos como Cuauhtémoc Blanco, Edson Álvarez, Rodolfo Pizarro e Hirving Lozano, entre otros. “Más adelante los invité a la Copa Nike, en Manchester, y ahí Mauro se quedó en las fuerzas básicas del Pachuca. Ya a los 11, Diego fue a un torneo en Corea del Sur y también se terminó quedando”.

El problema vino después. Porque Diego, que ya estaba registrado con los Tuzos, no pudo sacar de su mente la ilusión de jugar con las Águilas. “En el viaje de regreso, nos dijo que no se quería quedar y su papá se lo llevó al América. Cuando se enteró Andrés Fassi, ¡no me la acababa!”. Nadie logró detenerlo. Lainez llegó a la casa club del equipo americanista con 13 años, cuando Jesús Ramírez -hoy presidente deportivo de Pumas- era el responsable de las fuerzas básicas.

Después de cinco o 10 minutos de verlo, ‘Chucho’ le preguntó su nombre. Ahí estuvieron sus padres para resolver dudas. El técnico les pidió dejarlo participar en un partido de su categoría y el tabasqueño le respondió con un gol en el predio de Coapa. Esa fue su puerta de ingreso al equipo donde jugaron Cuauhtémoc y Cabañas, sus primeros héroes con la pelota. La mitad del sueño estaba hecho, pero faltaba la otra parte: el compromiso de terminar la preparatoria y recibirse -varios años después- como arquitecto.

Aquello probó su suerte como malabarista: de un lado tenía los estudios y del otro estaban el futbol y el América. El ascenso por la Sub 13, Sub 15 y Sub 17 lo llevó finalmente al primer equipo, con el que empezó a participar en la Copa MX. El miércoles 1 de marzo de 2017, en el Estadio Corona, el menor de los Lainez entró al minuto 59 del partido ante Santos. Desde el banquillo lo observaba el técnico Ricardo La Volpe, que terminó llamándolo tres días después para debutar en su visita al Nou Camp de León.

Le faltaban cuatro meses para cumplir los 17. ¡Yo pensé que ya los tenía!”, rememora el Bigotón, tan obsesivo siempre de los detalles. “Dijeron que estaba verde y ni se fijaron los problemas que había en el América (sin Rubens Sambueza). Yo veía que Diego me iba a dar más y me morí con la mía”. Lainez jugaba con el número 340, tan extraño como su edad en jugadores de la Primera División.  En pocos minutos cambió el partido. La Volpe valoró su esfuerzo por la banda izquierda, pero también le exigió. “Es el futuro del futbol mexicano”, dice ‘Coca’ González, poniendo como ejemplo a Cuauhtémoc Blanco, “porque así era él”.

A Diego lo arroparon jugadores de experiencia como Oribe Peralta, Silvio Romero, Paul Aguilar y Agustín Marchesín, pero sobre todo La Volpe. Por eso, cuando el Bigotón amagó con irse definitivamente del futbol, el tabasqueño le escribió un mensaje que valió como un campeonato: “Gracias por todo lo que me enseñaste y la confianza que me diste desde el primer día. A pesar de mi corta edad, nunca dudaste de mí. Eres grande”.

La Volpe se fue y, sin embargo, Lainez siguió sumando partidos con el América. En total jugó 51, entre Liga, Copa, Supercopa MX y Concachampions. Sumó también cinco goles y consiguió un campeonato, el Apertura 2018, en la final contra Cruz Azul, la segunda que Miguel Herrera ganaba como técnico. Ya por entonces lo seguían varios clubes de Europa. Primero el Ajax y luego el Betis, que finalmente -el 10 de enero de 2019- terminó quedándoselo por 17 millones de dólares.

Allá, en Sevilla, Diego llegó a un nivel de élite. Su traspaso lo convirtió en el jugador más joven en emigrar de la Liga MX y el segundo más alto por un club europeo. Al mismo tiempo, su nombre empezó a ser recurrente en las convocatorias de la Selección mexicana, desde la Sub 17 hasta la Mayor. Así hasta llegar a sus primeros Juegos Olímpicos en Tokio 2021. De alguna manera, el tiempo lo llevó a saldar una vieja cuenta pendiente: ser el 10 de un equipo como Cuauhtémoc Blanco y Salvador Cabañas. Ahora ante los ojos del mundo, para crear nuevos superhéroes.

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