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barcelona ousmane dembeleGetty

Dembelé de Bohemia

Firma Lartaun de AzumendiGoal

Un brasileño que le hizo una gambeta al Madrid para irse con el enemigo, le salpicó un regate al Barcelona que aún sigue manchando el día a día culé. La noche que Neymar decidió que la Ciudad Condal era un lugar más adecuado –se lee más generoso– que la capital de España, al Camp Nou le llovían jugosísimos frutos a corto plazo y una condena perpetua revisable en el medio y en el largo.

La escapada, previo pago, del habilidoso atacante carioca a París dejaron en manos de Bartomeu una morterada de tal calibre que resultaba complicado pensar en que podrían agotar el taco en breve. Era subestimar al manirroto dirigente como pronto se vio. En cuatro meses y medio se llevó por delante los 222 de Neymar y unos cuantos más en vestir de azulgrana a Dembelé y a Coutinho.

El rendimiento del segundo ha sido tan desastroso para el Barça, que una de las escasísimas ocasiones en las que ha brillado desde que saliera del Liverpool fue en la derrota culé por 2-8 ante el Bayern de Múnich. Esa noche, Coutinho destacó sobremanera... en las filas bávaras.

Respecto a Dembelé, el aficionado del Barcelona tiene sentimientos encontrados en algunos casos. El extremo francés sí ha sido capaz de aportar al juego azulgrana momentos de inspiración, de desborde, promesas de un reino que no acaba de llegar pero que permite que el socio se solace en su asiento los 20 minutos que se mantiene sano cada trimestre.

Primero eran las pizzas, la Play y la falta de descanso. Luego, con un nutricionista ya en nómina, era la mala suerte la que parecía cebarse con el bueno de Ousmane. El caso es que pareciendo un nini o cuidándose como un monje shaolín, el delantero galo lleva casi 700 días de parón obligado, habiéndose perdido 100 encuentros oficiales del club que le paga. Una entidad que cada año le pone en la cuenta 10 millones de euros libres de impuestos.

Nadie en su sano juicio se plantea abordar una posible extensión contractual de Coutinho y, sin embargo, los hay –dentro y fuera del club– que tienen sueños tórridos con una eventual renovación de Dembelé. Confirmando que el hombre es el único animal que tropieza dos veces en la misma piedra, alguna lumbrera de despacho del Camp Nou parece no ver el momento en que Dembelé flaquee y se lancé a renovar a la baja.

Una prolongación de contrato que no se me ocurre por qué alguien con su historial médico querría llevar a cabo por menos dinero sabiendo que el FC Barcelona continúa deseándole a pesar de sus 13 lesiones en poco más de 4 años. Aunque lo más llamativo no es el hecho de imaginar cuál sería ese precio, sino que a Laporta se le pase ampliar la vinculación del rey del dique seco con la entidad barcelonesa, lo quiera Xavi para sí o no.

¿Acaso estampar una firma en un contrato puede recuperar la salud de un deportista más delicado y más caro que el cristal de Bohemia? Quizá toque asumir los errores del pasado y presumir de saber hacer tabla rasa. A no ser que Laporta se haya empeñado en que se deje de hablar de Bartomeu, que camino lleva de robarle el protagonismo, la verdad.

Lartaun de Azumendi

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