La expansión del Coronavirus que llevó a ser catalogado como pandemia por la OMS trajo como consecuencia la suspensión de la Liga BetPlay en Colombia. La decisión, apenas lógica ante el brote, se tomó para preservar la integridad de futbolistas, integrantes de los clubes, aficionados y todas las personas involucradas en el desarrollo de los partidos.
Con esta, es la segunda vez en la historia que el campeonato profesional del fútbol colombiano se ve interrumpido por causas de fuerza mayor. El primer capítulo de un hecho similar, hace parte del pasado oscuro del país, con un deporte permeado por el narcotráfico y que se tiñó de sangre.
TORNEO DEL 89: SIN CAMPEÓN
El EspectadorEl 22 de noviembre de 1989 partió en dos la historia del balompié nacional. Ese día, la Dimayor y el Gobierno decidieron anular el campeonato del año tras el asesinato del árbitro Álvaro Ortega Madero. Ortega fue abaleado en la ciudad de Medellín, el 15 de noviembre, luego de un empate sin goles entre el DIM y América de Cali por la fase clasificatoria del torneo, en el que ofició como juez de línea.
Según testimonios, el propio Pablo Escobar fue el encargado de sentenciar de muerte al juez por lo sucedido tres semanas antes en Cali, entre los mismos equipos. A dos minutos para el final, Ortega anuló un gol al rojo de la Montaña, con el que hubiese igualado a tres anotaciones en el partido. De acuerdo a los datos históricos recogidos, las apuestas entre los capos del narcotráfico y sus carteles, dominaban la competencia, por lo que el resultado en contra de los paisas habría marcado la muerte del central.
Jesús Díaz Palacios, quien ofició como árbitro central en el partido en Medellín, comentó que Ortega había sido amenazado de muerte en el hotel, pero que decidió no contar nada. "Yo llamé a Juan José Bellini, para ver si cambiaba la terna y excluían a Álvaro Ortega y no tuve respaldo en esa petición" relata Díaz Palacios en un artículo de Ahmed Aguirre Acuña publicado en Zona Cero con la fatídica historia.
La muerte de Ortega fue el detonante para dar el torneo por terminado, sin campeón alguno, pues las amenazas -e incluso secuestros y agresiones- a los árbitros del fútbol profesional venían desde un par de años atrás.