Lionel Messi ArgentinaGetty Images

Argentina campeón de la Copa América 2021: el segundo Maracanazo

Brasil había ganado las cinco ediciones de la Copa América en la que había sido local. Brasil no perdía contra otro seleccionado sudamericano en su casa desde hacía 80 años. Brasil sólo tenía una derrota por los puntos en los cinco años que lleva el ciclo Tite. Brasil era el candidato de todos, por historia y por presente. Brasil estaba ante la chance de darle a Neymar su primer título oficial a nivel de mayores. Brasil tenía la fiesta preparada en casa. Pero la gloria es de Argentina.

La reacción de Messi al ganar su primera Copa América

Como cuando Schiaffino, Ghiggia y todo Uruguay le arruinaron la fiesta a una Verdeamarela (que por entonces vestía de blanco) que hasta tenía los nombres de sus jugadores tallados en la medalla de campeón, la Albiceleste construyó su propio Maracanazo, aunque en HD. La foto de la gloria, esta vez, quedará para Lionel Messi, que 16 años después de su debut y tras cuatro definiciones perdidas, finalmente pudo sacarse la espina en el mismo escenario donde siete años atrás un tal Götze lo dejó a las puertas de la consagración.

La imagen del capitán se quedará con todas las portadas y no podría haber un mayor acto de justicia. Pero en este segundo derrumbe del estadio más mítico en el que Brasil no para de sumar desilusiones (qué lejos le queda la Copa América de hace dos años atrás), hubo dos actores fundamentales: Ángel Di María, que rompió su historia maldita en las finales con un golazo que quedará para la historia,y Rodrigo De Paul, que jugó una final absolutamente consagratoria,

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No habrá esta vez, seguramente, una condena pública para ningún jugador del Scratch, como la que debió sufrir Moacir Barbosa, el arquero que tuvo responsabilidad en el segundo gol de la Celeste en 1950 y debió pasar el resto de sus días como un paria de la sociedad futbolera, pero seguramente quedará Renan Lodi como el gran apuntado, por su error de cálculo a los 22 minutos del primer tiempo, que permitió a Fideo marcar el único gol de la noche.

No hubo, tampoco, una multitud desilusionada en el estadio, como ocurrió en 2014 en el 7-1 alemán del Mineirazo, la otra tragedia futbolísticia de Brasil. Apenas un puñado de 2200 torcedores desilusionados, a quienes prácticamente no se escuchó porque los argentinos, que esta vez se sintieron igual de locales por esas particularidades que genera el Covid, armaron su propia fiesta en Río de Janeiro.

No hubo samba, ni carnaval carioca. Como en 1950, la tristeza no tiene fin.

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