¿Cuántas veces se escribió sobre el paralelismo en las carreras de Martín Palermo y Darío Benedetto? Después del choque ante Palmeiras, habrá, por lo menos, una historia más: el Pipa, en una noche de Copa Libertadores como el Loco, volvió.
El 19 de noviembre -falta poco menos de un mes-, Benedetto metía su último gol antes de romperse la rodilla . 339 días tuvieron que transcurrir para que vuelva a convertir. La espera valió la pena: a falta de uno, fueron dos tantos para acercar al Xeneize a la final de la Copa Libertadores.
El Pipa no venía bien. Le costaba. En los pocos encuentros que le tocó disputar, no intervenía en el juego, se movía lejos del área. Había perdido la confianza. Pero nunca la fe . Guillermo le dio la chance y revivió.
Las diferencias están a la vista: el rival no fue River, Scolari no lo pidió en la previa como Gallego en el 2000, no fue su primer partido ni jugó “en muletas”... Pero, ¿quién las cuenta? Se dio el gusto de ganarlo solo -con un cabezazo y una genialidad-, de llorar y abrazarse con el médico que lo acompañó en la recuperación . Para que sea épico. Como supo ser su ídolo hace 18 años.
