La incómoda verdad la reveló uno de los propios protagonistas.
Durante una rueda de prensa la semana pasada, el delantero del LAFC, Jeremy Ebobisse, dijo en voz alta lo que muchos ya intuían, pero pocos querían admitir: existen dudas reales sobre cuántas personas asistirán a los partidos de la Copa Mundial de Clubes.
"Necesitamos ver cómo será el ambiente cuando lleguen los partidos", comentó Ebobisse. "Podría ser difícil sentir lo especial del torneo si algunos estadios no cumplen con nuestras expectativas internas".
Y ahí quedó todo dicho. En teoría, no debería ser así. La Copa Mundial de Clubes parece tener todo para triunfar en Estados Unidos: grandes estadios, fuerte campaña de marketing, un trofeo llamativo y estrellas del fútbol mundial que rara vez se pueden ver en persona. Sin embargo, a menos de una semana del inicio, la venta de entradas avanza con lentitud. El partido inaugural entre Inter Miami y Al-Ahly aún no está agotado, y el nivel superior del Hard Rock Stadium en Miami podría lucir vacío.
La FIFA apostaba por convertir este torneo en un evento de alto impacto, capaz de atraer tanto a los aficionados de siempre como a un nuevo público. Pero la realidad actual deja dudas sobre si ese objetivo se logrará.






