Tras la derrota contra el conjunto cafetero, cuatro días más tarde tocaba enfrentar a un Paraguay que sorpresivamente apenas había empatado 2-2 contra Qatar en el debut. Como en el primer turno de aquel miércoles 19 de junio Colombia había vencido a los asiáticos, si volvía a perder Argentina dejaba de depender de sí misma y sólo podría aspirar a quedar como uno de los mejores terceros.
En el que era apenas su segundo compromiso por los puntos, Scaloni se jugaba mucho. Por eso, en los días previos al encuentro organizó una reunión con el plantel en la que sentó las bases de lo que quería lograr durante su ciclo y les dio lugar a los jugadores para expresar sus dudas sobre lo que venían haciendo dentro de la cancha. Posteriormente, todos reconocerían la importancia de aquella charla.
De cara al partido, el técnico tomó una decisión pesada: Ángel Di María y Sergio Agüero, titulares en el estreno, le dejarían su lugar entre los once a Lautaro Martínez y Rodrigo De Paul. ¿Los once? Franco Armani; Milton Casco, Nicolás Otamendi, Germán Pezzella, Nicolás Tagliafico; Rodrigo De Paul, Leandro Paredes, Giovani Lo Celso, Roberto Pereyra; Lionel Messi, Lautaro Martínez. Sin saberlo, el DT empezaba a armar la base del equipo que dos años más tarde cortaría la sequía de 28 años sin títulos.
Pero la historia comenzaría nuevamente torcida. La Albiceleste no le encontraba la vuelta a un rival que se agazapaba bien en defensa y que complicaba cada vez que Miguel Almirón trepaba por la banda izquierda. Y justamente fue a través de un desborde del zurdo, un centro atrás y un remate de primera de Richard Sánchez que la Albirroja se puso en ventaja a los 36 minutos de la primera parte.
Obligado por la circunstancia, en el entretiempo el técnico mandó a la cancha al Kun en reemplazo del Tucu Pereyra y Argentina se plantó con otra actitud en el campo de juego. Así, antes de los 10 minutos Lautaro remató una pelota que había rescatado Agüero contra la línea, Iván Piriz desvió la pelota con la mano y Wilton Sampaio sancionó penal luego de haber sido advertido de la situación por el VAR. Messi se hizo cargo del remate, no falló y anotó un 1-1 tranquilizador.
Entonce, llegó la situación que pudo cambiarlo todo. Apenas cinco minutos después del empate, Nicolás Otamendi se barrió en el área y derribó a Derlis González. Penal. El propio delantero paraguayo tomó la responsabilidad. Enfrente tenía a un Armani que muy lejos estaba (y está) de ser un especialista en la materia: por aquel entonces, en el año y medio que llevaba en River al santafesino le habían pateado 16 entre tiempo regular y tandas y había atajado apenas dos. El inminente 2-1 del equipo de Eduardo Berizzo sonaba a sentencia de muerte para el ciclo.
Pero el guaraní ejecutó suave hacia su derecha, el arquero adivinó la intención y rechazó hacia un costado. De inmediato, se llevó el dedo índice a la boca y pidió silencio. Un mensaje fuerte hacia el afuera, que caló hondo en el adentro. El partido, en definitiva, terminaría 1-1. El empate dejaba con vida al equipo de Scaloni.