El Trofeo Joan Gamper no es algo que resuene mucho fuera de España. Nombrado en honor a uno de los fundadores y expresidentes del Fútbol Club Barcelona, se otorga al ganador de un partido amistoso que organiza el club blaugrana para presentar oficialmente a su plantilla antes del inicio de cada temporada. Antiguamente una competición de cuatro equipos, desde 1997 sólo hay un invitado, con el Mónaco como rival del equipo de Hansi Flick en la edición de 2025 que se disputará este lunes.
Hace doce meses, el Tottenham fue el adversario del Barcelona. En el banquillo local se sentaba un chaval de 16 años, Lamine Yamal. Un jugador al que muy pocos fuera de España conocían. Probablemente había algo de información que el aficionado casual al fútbol podría haber recogido sobre el chico de La Masia que había debutado en el primer equipo blaugrana con 15 años apenas tres meses antes, pero no mucho más. En definitiva, el Barça estaba demasiado quebrado como para cubrir un hueco en el extremo, así que Xavi probablemente no tuvo otra opción que ponerlo.
Toda esa narrativa cambió el 8 de agosto de 2023. Yamal había estado en los márgenes del equipo del Barça en su gira de pretemporada por Estados Unidos, protegido lejos de los focos. Pero luego, en el Gamper, fue liberado. Lo que siguió fueron quizás los 15 minutos más importantes en los últimos tres años del club blaugrana, ya que Yamal destrozó al Tottenham y demostró que estaba listo para convertirse en un habitual en el primer equipo y, quizás, conquistar España y Europa.
De repente, había esperanza. El FC Barcelona, corto de efectivo y carente de razones reales para el optimismo, tenía una figura central y singular en la que basarlo todo. Resultaría ser una estrategia arriesgada -y aún lo es- pero desde entonces Yamal se ha convertido en la estrella europea que aquellos que frecuentan las instalaciones de La Masia siempre sintieron que podría ser.