Dicen en Brasil que "o mundo não gira, ele capota". Es decir, "el mundo no gira, se vuelca". Y el mundo del Botafogo, que hoy es una potencia pero hasta hace pocos años estaba al borde del abismo, se ha volcado en muy poco tiempo.
El Glorioso se ha clasificado a los octavos del Mundial de Clubes contra todo pronóstico: los favoritos eran PSG y Atlético de Madrid. Los franceses efectivamente han pasado, los Colchoneros no: todos han terminado con 6 puntos, pero el equipo de Simeone fue penalizado por la diferencia de goles en los enfrentamientos directos debiendo por tanto volver a casa anticipadamente.
El Botafogo se enfrentará ahora al Palmeiras, que a su vez se ha clasificado en el grupo de Messi y del Porto, en un derbi brasileño. Una especie de revancha mutua por lo ocurrido en los últimos dos años, dominados en casa precisamente por ellos. Con un pensamiento también a lo que fue hasta hace poco el Fogão y en lo que se ha convertido.
Cuatro años: eso le ha llevado al Botafogo volcar el mundo. El propio y el del fútbol brasileño, sudamericano y ahora también Mundial. Una especie de fénix versión carioca, capaz de renacer de sus propias cenizas.
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