En la larga historia del fútbol, el título de liga casi siempre se identifica con la fuerza de una línea ofensiva productiva. Los equipos campeones son recordados por los goles hermosos y las victorias convincentes que lograron a lo largo de la temporada. Sin embargo, en 1993/1994, el AC Milan volteó toda esa lógica. Bajo la dirección de Fabio Capello, Rossoneri lograron capturar el Scudetto de la manera más inusual: anotando solo 36 goles en 34 partidos.
Esa cifra era tan baja que incluso superaba ligeramente a tres equipos que fueron relegados esa misma temporada, Udinese, Atalanta (35 goles) y Piacenza (32 goles). El promedio de goles de Milan era de solo 1,05 por partido, una estadística que generalmente pertenece a equipos de media tabla o inferiores. Este fenómeno hizo que mucha gente se cuestionara, ¿cómo es posible que un equipo con tan poca capacidad ofensiva pudiera dominar una liga tan competitiva como la Serie A en su era dorada?
El secreto de su éxito residía en una base opuesta: la defensa. Milan construyó una fortaleza casi imposible de penetrar. Su legendaria línea defensiva solo recibió 15 goles durante toda la temporada, un récord defensivo que estableció un nuevo estándar en el fútbol italiano y mundial. Fueron la encarnación perfecta del adagio "el ataque gana partidos, pero la defensa gana títulos".
La mayor paradoja de esa temporada ocurrió en el escenario europeo. Cuando todos subestimaron a Milan por su baja productividad goleadora, ellos destruyeron al "Dream Team" de Barcelona dirigido por Johan Cruyff con un abrumador 4-0 en la final de la Liga de Campeones. Esta victoria demostró que detrás de esos números extraños, había una genialidad táctica extraordinaria. ¿Cómo se formó y ejecutó esta filosofía de manera tan perfecta? GOAL intenta explicarlo aquí.






