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Hall of fame Roberto Carlos

Hall of Fame - Ninguno como Roberto Carlos: único y moderno, el lateral más fuerte de la historia

Quien creció viendo a Roberto Carlos no puede olvidarlo. Lo que fue y lo que hacía en la cancha queda grabado para siempre en la memoria.

Quien no lo vio jugar debería aprender. Debería aprovechar la era de las redes sociales para detenerse, al menos una vez al día, a ver sus videos y entender por qué fue distinto.

Porque, aunque el fútbol ha evolucionado, ya hace 30 años existían jugadores capaces de ser revolucionarios, modernos y adelantados a su tiempo. Incluso, probablemente, más que muchos de hoy, en una época donde todo parece reducido a la táctica y a conceptos rígidos que dejan cada vez menos espacio para la magia.

  • NO EXISTE Y NUNCA EXISTIRÁ OTRO ROBERTO CARLOS

    A primera vista podría parecer el clásico ejercicio de nostalgia exagerada y retórica gastada. Pero deténganse un momento: cada gran campeón o leyenda del pasado ha tenido, con el paso de los años, al menos un heredero simbólico en cuanto a características.

    Hemos asistido a una lluvia constante de “el nuevo este” o “el nuevo aquel”. Comparaciones a veces acertadas, otras claramente forzadas. Pero hay una excepción absoluta: nunca se ha hablado de un “nuevo Roberto Carlos”. Nunca ha existido un jugador que se haya acercado siquiera a lo que fue Roberto Carlos. Y puedo decirlo sin rodeos: nunca lo habrá.

    Porque su unicidad no admite réplica. No es reproducible. Cuando se dice que “nace uno cada 100 años”, incluso eso se queda corto. Un jugador así aparece una vez… y basta. No solo por sus cualidades técnicas, sino también por su físico fuera de toda norma. Medía 1.68 metros y pesaba 70 kilos, concentrados en una explosividad casi sobrenatural. Una musculatura asombrosa —basta pensar que sus cuádriceps alcanzaban los 66 y 68 centímetros— capaz de sostener un cuerpo que, desde muy joven, corría los 100 metros en menos de 11 segundos.

    Un don concedido casi directamente por la naturaleza, no simplemente fruto del entrenamiento. Y menos aún en una época en la que las rutinas no eran tan específicas ni obsesivas como hoy, cuando la fisicidad y el atletismo se llevan al extremo y los futbolistas son moldeados como máquinas diseñadas para soportar 70 partidos por temporada.

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  • Roberto Carlos Real Madrid Getty Images

    EL LATERAL PERFECTO, UN ROL HOY EN VÍAS DE EXTINCIÓN

    En un fútbol donde los roles casi han desaparecido, donde todo es fluido y todos están obligados a saber hacerlo todo —aunque muchas veces no lo hagan realmente bien—, Roberto Carlos convirtió el puesto de lateral en algo que hoy prácticamente ya no existe, diluido en una epidemia de carrileros y defensas sin una identidad definida.

    Y no hablamos solo del Roberto Carlos que todos recuerdan. No únicamente del especialista en faltas imposibles, de las carreras con el balón pegado al pie o de esa zurda capaz de colocar el balón donde quisiera, incluso desde más de 50 metros.

    Hablamos también del Roberto Carlos que no suele aparecer en los videos de YouTube. Del futbolista con una inteligencia táctica extraordinaria, con un sentido de la posición propio de los grandes laterales defensivos de otras épocas. De una aplicación y una actitud tan rigurosas que, por momentos, casi no parecían brasileñas.

    En el Real Madrid de los Galácticos fue, quizá, el único verdaderamente insustituible, por su capacidad para dominar como pocos la doble fase del juego. Lo mismo aparecía atemorizando a los porteros rivales con sus desbordes, sus disparos y sus lanzamientos, que corriendo hasta la línea de fondo para centrar y regresando a toda velocidad para cerrar los contraataques.

    Era presencia constante. Energía inagotable. Animaba a sus compañeros, daba la cara en los momentos clave y ejercía un liderazgo tan carismático como natural. Un tren sin estaciones intermedias.

    “Fenomenales poderes cósmicos… en un minúsculo espacio vital”, como decía otro personaje igualmente famoso.

  • EL FUTBOLISTA MÁS ALLÁ DEL ÍCONO, DECISIVO Y GANADOR

    Roberto Carlos no es simplemente un ícono: es el Ícono. No solo desde lo futbolístico, sino también —y sobre todo— desde lo cultural, lo publicitario y el universo de los videojuegos. Quienes tuvieron la fortuna de alinearlo en ataque durante su adolescencia, en los primeros Pro Evolution Soccer, para explotar su velocidad descomunal y la potencia de su disparo, saben exactamente de qué estamos hablando.

    Pero más allá de los tiros libres, de su estatus único e inimitable, se habla demasiado poco de lo que fue realmente la carrera de Roberto Carlos como futbolista. Una trayectoria clamorosa. Irrefutable tanto en números como en títulos: cuatro campeonatos de Liga, tres Champions League, dos Copas Intercontinentales, un Mundial y dos Copas América.

    Con la camiseta del Real Madrid marcó 69 goles, convirtiéndose en el defensor más goleador de la historia del club solo por detrás de Hierro y Sergio Ramos, y prácticamente sin ejecutar penales —apenas dos con los Galácticos—. Fue elegido mejor defensor de la Champions League durante dos años consecutivos y, en 2002, terminó segundo en el Balón de Oro, solo por detrás de su compañero y amigo Ronaldo.

    Cuatro años más tarde se convirtió, además, en el jugador no nacido en España con más partidos disputados con la camiseta blanca, superando nada menos que a Alfredo Di Stéfano. Un ganador nato. Y quizá uno de los futbolistas brasileños más constantes y regulares de todos los tiempos, capaz de sostener al menos una década completa al más alto nivel.

    En definitiva, en su pequeña estatura habitó uno de los más grandes de la historia. Por interpretación del rol y por características irrepetibles. Un futbolista monumental que trasciende el ícono generacional. Un ejemplo para cualquiera que quiera empezar a jugar al fútbol, hoy cada vez más estandarizado y encorsetado en conceptos que dejan poco espacio al talento puro, a la magia, a la posibilidad de ver nacer a un nuevo Roberto Carlos.

    En realidad, no. Eso es imposible.

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