"Si no marco y alguien más lo hace, para mí es lo mismo", declaró Cristiano Ronaldo tras la derrota de Portugal 1-0 ante Dinamarca en el primer partido de la eliminatoria de cuartos de final de la UEFA Nations League. "Si Portugal tiene que ganar y yo no juego, firmo mi nombre ahora mismo, le digo al entrenador y no juego. Defenderé estos colores hasta la muerte".
En una rara reflexión sobre su capacidad para fallar, Ronaldo también admitió: "He jugado 50,000 partidos malos" desde que debutó profesionalmente con el Sporting CP en 2002. "A veces las cosas no salen bien". Fue refrescante escuchar al cinco veces ganador del Balón de Oro mostrar humildad, algo poco común en su actitud acostumbrada, normalmente dominada por una confianza a veces arrogante.
Sin embargo, las acciones hablan más que las palabras. Y lo que estamos viendo en el campo sugiere que la percepción de la realidad de Ronaldo sigue siendo distorsionada. Si realmente estuviera dispuesto a anteponer las ambiciones colectivas de Portugal a las suyas, a sus 40 años no seguiría disponible para la selección de Roberto Martínez.
Las cosas no han estado funcionando para la selección desde hace tres años, y Ronaldo es una de las principales razones. Aunque sigue siendo capaz de marcar goles con regularidad en la Saudi Pro League, está claro que ya no puede mantenerse al ritmo del fútbol de élite, lo cual es comprensible a su edad.
El verdadero problema radica en la negativa de Ronaldo a reconocer esto. Nadie puede quitarle su estatus como uno de los más grandes de todos los tiempos, pero ha dañado seriamente su legado al alargar su carrera con la selección mucho más allá de su fecha de caducidad. Aún es posible reparar este daño, pero solo si Ronaldo tiene la valentía de romper con su personaje y tomar una decisión desinteresada: renunciar a su sueño de levantar la Copa del Mundo.






