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Keylor Navas reza dos veces por día

Keylor Navas reza dos veces por día, pero en sus plegarias a dios nunca le pide resultados futbolísticos: ruega por salud para los suyos que están en Madrid y para los que están en Costa Rica porque los resultados aparecen trabajando. Salvo en la final de la Champions del año pasado, que no se pudo contener. Aunque una de sus peores noches como futbolista no fue ni la religión ni el esfuerzo lo que lo llevaron a terminar llorando abrazado a su esposa, después de un día insoportable.

Real Madrid, club al que pertenecía, se había empacado con hacer una gran transacción y contratar a David De Gea, arquero de Manchester United. Navas sabía que la competencia por la titularidad sería mayor, pero no esperaba que sonara su celular y apareciera la voz de su representante avisándole que tenía que hacer sus valijas porque dejaba la capital de España y se iba a vivir a Inglaterra: las instituciones habían acordado que sería intercambiado en la operación.

Llegó al aeropuerto entristecido porque él no quería irse, pero no se lo dijo a nadie. Simplemente, se sentó en unos sillones, junto a su pareja, a que llegara su representante y le detallara qué tenía que hacer. Su teléfono explotaba, pero él sólo atendía a su agente y a su familia. El tiempo pasaba en el inmenso Barajas hasta que le explicaron que no había tiempo para realizar la operación y se quedaba en Madrid. Ahí, al volver a su casa, abrazó a su mujer y lloró.

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El año en que Navas debutó -2005- su equipo rompió el molde: Deportivo Saprissa ganó la Copa de Campeones de Concacaf, lo que los clasificó al Mundial de Clubes. Los costarricenses arrebataban un lugar en Tokio y cumplían con el primer objetivo en la competición: ganarle al Sydney y clasificarse a la semi para darse el gusto de jugar contra Liverpool, de Gerrard, contra el que pierde. Pero ahí estaba Deportivo Saprissa, que en los próximos cuatro años ganó seis de los torneos de su propio país.

Navas era, sin dudas, una de las revelaciones del equipo. Fue de a poco: luego, lo compró Albacete, donde descendió, hasta que captó la atención de Levante, que lo llevó a préstamo para que atajara en la Copa del Rey. Pero el quiebre no es ahí. Para explicar qué pasó para que Navas algún día llegara a ser el arquero titular de Real Madrid no hay que dejar pasar un nombre y un apellido: Brian Ruiz.

Porque el arquero guarda sus mejores páginas en la historia jugando para la Selección de su país y teniendo logros impresionantes, de la mano del habilidoso mediapunta Ruiz. El primer gran ruido lo hizo en un amistoso entre Costa Rica y España, donde fue la figura y así Levante se convenció de que tendría que apropiárselo porque si no otros meterían el hocico -además, aprovechó que Albacete estaba ahorcado financieramente y necesitaba generar dinero-.

Desde 2013, Navas cambió. Creció. Ganó el premio al mejor arquero de la liga española en la temporada 2013-2014, ganándole en la votación a Thibaut Courtois de Atlético de Madrid y a Willy Caballero de Málaga. Levante era un equipo al que le generaban muchas situaciones de gol y el arquero se había vuelto un arma fundamental capaz de atajar un promedio de diez tiros por partido. Aún así, lo mejor no había llegado.

En julio de 2014 se produjo una de las fotos más famosas en la historia de Costa Rica. En la cabina de los pilotos de un avión, aparecieron, por los costados, Navas y Ruiz, con la bandera de los ticos. En San José, recibían a los héroes del Mundial de Brasil: llegaron a cuartos de final, la marca más lejana de la historia futbolera de su país, que venía en alza desde 1990, cuando clasificó por primera vez a una Copa del Mundo -luego, lo hicieron tres veces más-. Cayeron en esa instancia contra Holanda y por penales, tres batallaras 120 minutos en un 0-0. Todo era tan extraordinario que el imperio futbolístico decidió quedárselo: Real Madrid compró al arquero.

El resto, después del pequeño resto triste cuando Real Madrid quiso enviarlo a Manchester United, ocurrió magistralmente: hasta ahora, es el segundo arquero con mayor cantidad de minutos sin que le conviertan goles en la historia de la Champions League, detrás de Jens Lehman.

En la final de la Champions del año pasado, el mundo habló de él. Volvió a rezar, como todos los días de su vida y este año ha vuelto al partido más decisivo del año en su mejor momento tras haber superado un momento complicado y volviendo a acallar a los que piden que el Real Madrid necesita fichar a otro portero.

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