Portugal tiene los jugadores pero no un funcionamiento de lujo como para que sus características se sacien. A esta altura, Cristiano Ronaldo está para ser un goleador, un definidor, un jugador más o menos determinante en los últimos 20 o 30 metros. Y, en este equipo, le cuesta más que lo que le sale fácil. De todas maneras, el capitán del conjunto europeo se las arregla para mostrar algún que otro detalle.
Cristiano Ronaldo es un jugador físico. Siempre lo fue. Y quizás siempre lo será. Necesitó toda su carrera de su potencia para sacarse rivales de encima. De su fuerza para aguantar el roce. De su salto para despegar más que el resto. A los 37 años, está claro que al delantero -ex Manchester United, tras rescindir contrato hace unos días- no le sobra nada.
Ante Uruguay, un equipo amarrete en ataque y para nada aguerrido en defensa, Cristiano regaló parte de su repertorio. Porque sabe rebotar con fineza. Porque tiene el recurso del taco o sabe girar para los dos perfiles. Porque sigue teniendo un remate top. En el gol de Bruno Fernándes, que en el estadio pareció de él, el delantero aceleró y saltó más que todos -ahí sí- para al menos engañar al arquero uruguayo.
En general, tira muy pocas diagonales y cuando hace su típica jugada, en la que pasa las piernas por encima del balón una y otra vez, no tiene ese arranque para sacarse algún rival de encima.
Sus compañeros lo buscan permanentemente. Es una tentación. Porque sin el balón es buenísimo y sabe hacer el gasto en los momentos que más lo requiere. Para anticipar a un rival. Para aparecer en el primer o segundo palo. Para llegar desde atrás con algo más de sorpresa. Contra Uruguay, no tuvo una gran conexión con Joao Félix, que prácticamente no desbordó, pero sí se notó la intención de Bernardo Silva y Bruno Fernándes de darle juego. A veces, cuando el juego no le llega, se tira a posiciones súper bajas al menos para sentir la pelota en los pies. A veces, ese movimiento ayuda para generar un espacio a un compañero, aunque Portugal es un equipo más bien predecible.
Lo que sí tiene es una enorme convicción. Un autoestima gigante que le permite probar cosas que cualquier otro no haría. Una creencia en sí mismo que lo habilita a creer que el cielo es el límite.