OPINIÓN
Decían que era un Clásico descafeinado, porque no había nada en juego. Pero quizás precisamente por eso, ambos equipos nos regalaron uno de los mejores Clásicos de los últimos tiempos. ¡La madre de todos los Clásicos, justo en el Día de la Madre! Y es que hubo de todo: goles, expulsiones, polémica, lesiones… y todo elevado a la enésima potencia por la entidad de las estrellas implicadas, sin que tampoco hubiese un guión nítido del encuentro ni unos puntos de giro lógicos y naturales. Vimos a los dos gigantes del fútbol mundial desbocados para ofrecer un espectáculo sin igual. No había puntos en juego, cierto. ¿Y qué?
Ya desde el principio se intuyó, con el tempranero gol de Luis Suárez tras un milimétrico centro de Sergi Roberto. Respondido diez minutos después por el tanto de Cristiano Ronaldo tras otra jugada trenzada no menos bonita entre Kroos, un gran Benzema y el luso. Quien, por cierto, se torció el tobillo en esa misma acción. Aguantó hasta el descanso con un esguince leve de tobillo. Se jugó la final de Champions y el Mundial por marcar en el Camp Nou. Hay preocupación en el Real Madrid, pero no excesivo pesimismo. Después de lo que le brindó al Clásico, el fútbol le debe a Cristiano llegar en condiciones a esa final.
El tanto del empate impulsó al Real Madrid a una primera parte de una superioridad sin igual. Ronaldo tuvo dos ocasiones claras que, con el tobillo al 100%, seguramente hubiera marcado. Como decía el mosaico del Camp Nou, “el balón les hace más”, y sin él, el Barcelona trató de devolver el equilibrio al terreno de juego calentando el Clásico. Suárez se fue al descanso habiendo amonestado a casi toda la defensa merengue, incluida una tangana con Sergio Ramos. Jordi Alba agarró del cuello a Modric, Bale sufrió la calentura contra Umtiti, y al final el que acabó pagando los platos rotos fue Sergi Roberto, que acabó expulsado tras soltarle el brazo a Marcelo.
Hacía mucho que el Barcelona no jugaba un Clásico en inferioridad. Quizás Hernández-Hernández lo acusó, porque en un partido que se le puso muy difícil, terminó de redondear su actuación en la segunda mitad con un penalti no pitado de Jordi Alba a Marcelo, al que propinó una patada que se escuchó hasta en Badalona. Y luego también, con una falta de Luis Suárez a Varane que sirvió para que el uruguayo accionase la jugada que acabó en el 2-1 de Lionel Messi. ¡Menos mal que sólo llevábamos dos meses con la cantinela de que el Real Madrid era el que jugaba con los arbitrajes a favor! Pero sea como fuere, con un jugador menos, los blaugranas se pusieron por delante. Y es más, no le perdieron la cara al Clásico en ningún momento. El balón era de los merengues, pero el partido nunca fue de nadie. De hecho, Keylor tuvo varias actuaciones de mérito ante Messi, especialmente un mano a mano.
Sin embargo, tanto fue el cántaro a la fuente, que Gareth Bale firmó el empate con un soberbio chut desde fuera del área a pase de Marco Asensio mediada la segunda parte. El Real Madrid no merecía la derrota. El galés por fin se desquitó con un buen gol en un partido grande, ante los ojos de todo el planeta fútbol. Quién sabe si Zidane no pensó precisamente en ello, en el escaparate que suponía a la hora de ponerle de inicio. Sea como fuere, le salió bien aunque fuera sólo por ese gol. Que alentó un poco más si cabe al Real Madrid. Y es que insistieron los blancos en los minutos finales... aunque sin la suerte de la victoria. Quién sabe lo que hubiera pasado con la voracidad y el acierto de Cristiano en el césped, pero al final los blancos se despdidieron sin poder quitarle el récord invicto al Barcelona con el 2-2 final. Un partido que dio mucho que hablar por los homenajes al inicio del mismo y que al final terminó por ser un homenaje en sí mismo al fútbol.