Más de una década sin que el Atlético de Madrid lograra imponerse ni en un solo partido al Real Madrid, goles que castigaban las redes colchoneras cuando casi no había empezado el partido, la hinchada madridista buscando rival digno para el derbi madrileño y golpes y más golpes, ya fuera en el Vicente Calderón o en el Santiago Bernabéu. Todo ello tenía cabida en el guion habitual de los enfrentamientos en la capital de España; hasta que llegó un hombre.
Diego Pablo Simeone se sentó en el banquillo del Atlético y decidió que los derbis madrileños no podían estar tan desequilibrados, así que dotó a los rojiblancos de tensión competitiva, intensidad, coraje y garra para que el Real Madrid no pasara por encima de ellos cada vez que se cruzaba en su camino. Sería faltar a la verdad si decimos que con esa receta ha dado la vuelta a la tortilla, pero por lo menos ha logrado que la tostada no caiga siempre del mismo lado.