Sergio Busquets sufrió de lo lindo la temporada pasada. Con el equipo roto por la media, con transiciones rapidísimas a favor y en contra y sin las debidas coberturas el Barcelona paseó por Europa entre ridículos como el del Parque de los Príncipes y el Juventus Stadium y gestas como la remontada al PSG sin espacio para el término medio, el ambiente que mejor define al mediocentro de Badia del Vallès, el que aporta sentido común en un cuadro azulgrana que vuelve a basar su fuerza en el equilibrio.
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El equipo apenas ha encajado dos goles en los ocho primeros partidos oficiales de la temporada, Supercopa de España al margen, recuperando la solidez defensiva. Tan cómodo anda el cuadro azulgrana que Busquets, el elemento clave en los movimientos sin balón, se permite el lujo de sentar cátedra también con el control del esférico, y ante el Sporting de Lisboa protagonizó hasta 105 pases con éxito, más que cualquier otro compañero suyo en cualquier otro partido de la temporada.
Y cabe tener en cuenta que especialistas de la conexión con los compañeros como Andrés Iniesta han disputado más minutos que él, que hasta pudo tener un respiro en Montilivi, donde empezó en el banquillo, una situación que la temporada pasada solo se produjo tres veces. Pero el equipo parece otro de un año a esta parte. Y en cierta medida lo es porque ha perdido a Neymar Da Silva, con la oportunidad que ello supone para los que se quedaron. Busquets vuelve a demostrar que no es de los que desaprovecha oportunidades.