Eden Hazard, Real MadridGetty

Un motorista para Hazard

Firma Lartaun de AzumendiGoal

Seis años duró Manuel Arburúa de la Miyar al frente del ministerio de Comercio en los años 50. Suya fue la idea de restringir la importación de coches muy por debajo de la demanda real que ya existía en aquella España de la autarquía franquista.

No es que Arburúa de la Miyar fuera un declarado enemigo de las relaciones comerciales con otras naciones, sino que minimizando la oferta de los utilitarios importados conseguía que los agraciados en el reparto de los coches valoraran sobremanera hacerse con uno de ellos. Si sería así la cosa, que aquellos vehículos fueron popularmente conocidos como graciasmanolos, en referencia a la gratitud mostrada por los afortunados con un ministro cuyo patrimonio personal fue curiosamente ganando en robustez.

Mas un día Franco descubrió que para levantar los guarismos macroeconómicos de aquella España ávida de crecimiento, salía más a cuenta comenzar una relación comercial con los norteamericanos que seguir con el cerrojo internacional casi permanentemente echado. Dicho y hecho. Como sucedía cada vez que un ministro iba a ser relevado de su cargo por el dictador, un motorista salía de El Pardo con un sobre en la faltriquera.

Franco no llamaba por teléfono a ninguno de su colaboradores más próximos para anunciarles su relevo, mucho menos se acercaba personalmente a verlos. Desde su butaca ordenaba a algún propio que enviara al destino escogido a un motorista militar de los de casco de orinal, gafas de ventisca y botas negras de asonada. Cuando el destinatario veía que se aproximaba la moto caqui, se sabía muerto políticamente.

Anoche, a punto de apagar la tele y con la radio sonando al mismo tiempo, en la T4 madridista el baranda blanco pensaba en las explicaciones que alguno tendría que dar. Pero de repente, desde el transistor alguien enfureció con Eden Hazard. ¿Qué hacía el belga riéndose a carcajadas con dos futbolistas rivales después de una eliminación de la Champions League? En un instante, el sobrepeso con el que el fichaje más caro de la historia del Real Madrid llegó hace dos veranos a la capital de España volvía a estar de rabiosa actualidad. ¿Cómo no le había explicado nadie al ex del Chelsea lo que significa para el Madrid la Copa de Europa? ¿Qué motivo había para semejante falta de profesionalidad?

Sin dejar el butacón, se acomodó satisfecho y consciente de que ya no habría que ofrecer explicaciones. Bastaría con mandar un motorista a Hazard y todo el mundo lo entendería, vista la afrenta sufrida.

La cuestión es que de nada sirve mandarle un motorista al belga si no lleva consigo un cheque que recoja hasta el último céntimo de lo que marca su suculento contrato. Ni con los sospechosos habituales centrando sus tertulias en la repentina condición demoníaca del 7 merengue, ni siquiera con ese chusco “Ha ha ha Hazard” que se ha lanzado a la redes como gracieta por sus carcajadas de ayer.

El estado del proyecto pide la mano experta de un gestor de primer nivel, mientras que enterrar a Hazard en salmuera parece más propio de un cocinero que del creador de la competición que estuvo durante 48 horas destinada a salvar el fútbol.

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