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Sheriff-championsleague-Real-Madrid-202109290830(C)Getty Images

Supervergüenza

Ruben Uria BlogGoal

Estar contra la Superliga no es estar a favor de la UEFA, ni de la FIFA, ni de la TIA. Estar contra la Superliga no es estar contra el Madrid, ni contra el Barcelona, ni contra la Juventus. Estar contra el engendro de la Superliga es estar contra una competición cerrada - Barrio Sésamo, abierto y cerrado, lecciones de la gallina Caponata-, contra una división entre ricos y pobres, listos y tontos, elites supremacistas y clubes modestos. Estar contra la Superliga es estar a favor de que el fútbol siga siendo cosa de los aficionados y no de los que ocupan los despachos. Estar contra la Superliga no es lavar los pies de Ceferin y su tropa con agua de rosas, es tener claro que una competición que desprecia la meritocracia atenta contra el espíritu que hizo posible el fútbol en las comunidades.

Estar con la Superliga es aplaudir la insaciable ansia de auténticos yonquis del dinero, que disfrutan quemando billetes, que jamás se aprietan el cinturón y que, mientras patalean diciendo que están arruinados, presumen de lugar en la lista Forbes. Estar con la Superliga es ir en contra de la meritocracia, es erradicar del fútbol el sueño del modesto, es ponerle puertas al campo, es privar al Sheriff Tiraspol, al Qarabag o al Astana de turno del lugar que se han ganado en el campo a base de esfuerzo y tesón. Estar con la Superliga es humillar al que se lo gana en el campo para darle el premio al que más dinero tiene, asegurándole que seguirá teniendo su parte del pastel aunque no se lo haya ganado. Estar con la Superliga es cambiar todo para que nada cambie. 

Estar con la Superliga es no valorar que un equipo de presupuesto ridículo pueda ganar a uno con más de mil. Estar con la Superliga es despreciar que un equipo que lo pasaría mal en la liga española gane, en su propio estadio, a un equipo que presume de ganar Champions. Estar con la Superliga es reírse de deportistas que compiten con menos armas, recursos y medios, pero que han demostrado ser dignos de participar en una competición donde se superan a sí mismos en cada partido. Estar con la Superliga es reírse de equipos que no tienen presupuesto, historia, glamour o billetes, pero que andan sobrados de redaños y orgullo. Estar con la Superliga es tener la hipocresía de aplaudir el cuento de hadas del Leicester City hace años y ahora exigir que no existan Cenicientas, para que sigan ganando los que siempre tienen que ganar. 

Estar con la Superliga consiste en evitar que el Madrid haga el indio con el Sheriff, en prohibir que el Qarabag le ponga la cara colorada al Atleti, en que nos perdamos el fútbol de alta escuela del Ajax, en desterrar la competitividad extrema de los equipos balcánicos y en privarnos de ver cómo David derrota al filisteo. Es lógico que cada club quiera más dinero. Es comprensible que existan ricos que cada día quieran ser más ricos. Y de toda la vida de Dios, siempre han existido pelotas mediáticos capaces de justificar cualquier tropelía. Pero en lo relativo al juego puro y duro, al espíritu con el que se creó, estar con la Superliga es estar contra el fútbol. Pregunten en Tiraspol. ¿Superliga? Supervergüenza.

Rubén Uría

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