Parecía un partido de Liga o de Champions. Que estaba por saltar al campo el Sevilla. Y, en realidad, eso último es lo que iba a pasar, porque quedó claro este miércoles que Sergio Ramos es el Sevilla FC. Que está disculpado. Sonaba 'a capela' el himno del club en los instantes previos a que el defensa de 37 años pisara el césped del Sánchez Pizjuán para saludar a las más de 20 mil personas que esperaban con ilusión la aparición de su nuevo ídolo. O al viejo ídolo, el que se había ido -no de la mejor manera- 18 temporadas atrás.
El canterano hispalense se subió al escenario, miró a la grada, se tocó el pecho y lanzó besos mientras la multitud coreaba su nombre. "Seeergio, Seeergio". Y a él, multicampeón de Europa con el Real Madrid y ganador de todo con la Selección España, se lo vio emocionado como nunca. Era un chico feliz. Seguía tocándose una y otra vez el escudo. Y ahí seguía Ramos, a lágrima viva mientras unos niños con pancartas lo abrazaban incrédulos. "Voy a intentar controlarme, al final es un día muy especial, muy emotivo. Pasaron muchos años pero, al igual que el día que debuté hace muchos años, hoy es un día inolvidable. Vuelvo después de 18 años, me sigo sintiendo muy querido a pesar de todo lo que pasó. Le quiero dar las gracias a todos los sevillistas por darme la oportunidad de sentirme querido".
El sueño de Ramos, que dejó de lado el retiro dorado que le ofrecía Arabia para volver a casa, se estaba haciendo realidad. Era una fiesta digna de la MLS o de la NBA. No importaba que el equipo fuera colista en Liga. Ni los pitos de la afición ni los gritos de 'dimisión' para Pepe Castro empañaron la fiesta de bienvenida al de Camas. "No dudamos ni un segundo, era hora de volver a casa".
Ningún sevillista se lo iba a perder. Tampoco Antonio Puerta. "Seguro que desde arriba está disfrutando con nosotros", lo recordó Sergio. Ni siquiera su abuelo, al que también mencionó en sus primeras palabras en el escenario. "Celebré cada título como si siguiese jugando aquí. Vengo a matar por este escudo, que nadie tenga duda, y pido perdón si algún sevillista se sintió ofendido", soltó para firmar la paz con un sector de la afición antes de presentar a su familia en sociedad. Era tan niño cuando abandonó Nervión, que en la vida de Ramos no existían ni Pilar Rubio ni sus cuatro hijos. Más tarde llegaron Jesús Navas, Pablo Blanco y Joaquín Caparrós para arropar 'in situ' al central. Marchena o Alfaro se unieron vía streaming. Volvió Ramos a agradecer, lanzó balones a la grada (literalmente), se hizo fotos y se fue. Feliz.