Las últimas semanas han vuelto a agitar la tensión social que existe desde hace muchos tiempo entre el valencianista y Peter Lim. Siendo más específicos entre el valencianismo y todo aquello que huele a Meriton y por tanto, lo que el valencianista ha detectado que está destrozando a su club. Ante esas manifestaciones absolutamente pacíficas, llenas de cordura y sentimientos han aparecido, como siempre, varios actores a los que no les parece bien. Y no les parece bien porque todo lo que va contra Lim y su imagen, no les va bien. Lo llamativo es que hay algunos que se han puesto a defender eso sin darse cuenta o si se dan cuenta, es porque entonces estamos más jodidos como club de lo que yo pensaba. Nos vienen a decir que el buen valencianista es el que rema y el que se calla ante todo. El que como un borrego tiene que ir a animar al equipo porque se va a segunda, sin posibilidad de poder preguntarse que ha pasado para que su equipo, el VALENCIA CF, haya pasado en 3 años de visitar Milán para unos octavos de final de Champions, a estar jugándose finales contra Valladolid, Girona, Cádiz o Getafe cada semana. Si, finales. Finales para que el equipo no pasee el próximo curso por la segunda división del fútbol español por segunda vez en sus 104 años de historia.
Ese es el nuevo mantra que algunos quieren imponer. Ese es el nuevo mantra que le han vendido al valencianista los que han comprado la moto malintencionada del club de hacer creer que el autobús del equipo no pudo ser recibido por la afición por culpa de las protestas de ‘Libertad VCF’. Manda narices. Manda narices que algunos se hayan mimetizado con el club y hayan confundido la parte por el todo. No es Libertad quien protesta. Porque Libertad son 1.000 socios y el 11 febrero había 30.000 personas en la Avenida Suecia. Es el valencianismo en masa el que se ha rebelado y ha dicho basta.
Es muy llamativo ver como ante la peor crisis social del club, que por supuesto se ha venido marcada por la crisis total en lo deportivo, haya quien todavía se atreva a marcar a buenos o malos. Parece que del proceso de venta no se aprendió nada. Y sí, lo digo yo que cometí mil errores. Pero no me quieran convencer de que los que apoyaron a Cerberus, Zolotaya o Rus no apretaron tantos botones erróneos como el resto. El valencianismo es libre y de hecho, está librando la mayor de las peleas que ha tenido en su historia reciente ante un máximo accionista que, ni siente, ni padece.
Han convertido Mestalla en un campo de minas para el aficionado, al que intentan coartar su libertad de expresión. Lo han hecho por lo bajito y con guante blanco, pero son muchísimos los que denuncian que Mestalla no es ahora un lugar agradable por la seguridad privada del club. Eso ha pasado de soslayo para los defensores de la verdad. Los que dan clases de periodismo diariamente siguiendo el patrón de credibilidad con el que les colaron que había 18.000 entradas para los abonados en la última final de Copa.
No señores, el valencianismo no está loco ni va contra su club. Manifestarse contra Lim es justo y necesario. Más necesario que nunca. Y salvar al equipo es algo que no está en la mano de la afición. Ellos pueden ayudar y lo harán, como siempre, pese a las cantinelas de algunos. Pero lo que no podrá hacer el aficionado será fichar en enero, ni traerle a Baraja un 6, ni otras tantas cosas que Lim no quiso hacer.
La tensión social no es algo que haya elegido el valencianista. Es algo a lo que le ha llevado un máximo accionista que ha destrozado todo. Que el club debe quedarse en Primera es algo que a Lim no pareció preocuparle en enero. Ahora, al aficionado sólo le queda seguir demostrando lo más importante: Que con Lim no hay futuro. Porque lo que haga el equipo no lo va a poder cambiar más allá de llevar su bufanda y el remo.
Héctor Gómez / 'Tribuna Deportiva'


